Pese a todas las promesas de mejora hechas por las autoridades y los operadores, el sistema de transporte masivo Transmetro se encuentra en un inaceptable estado de deterioro, como lo evidenció un reportaje publicado ayer por este periódico.
Estaciones con huecos en el techo, puertas que no funcionan, buses descuidados y con problemas en el aire acondicionado, son algunos ejemplos de una situación que en nada contribuye a fomentar el uso del transporte público como alternativa para la movilidad.
No cabe duda de que Transmetro mejoró ostensiblemente la calidad del transporte en la ciudad, sobre todo si se le compara con la situación previa, en que la única opción de los barranquilleros para transportarse en bus era someterse a unas condiciones infernales de hacinamiento y poner su vida en manos de unos choferes arrastrados a la infausta ‘guerra del centavo’.
Pero el hecho de que el escenario haya mejorado con la creación de Transmetro no implica que los ciudadanos deban resignarse a que las cosas sigan como están. En un momento en que las ciudades ponen el transporte público en el centro de sus planes de modernización, Barranquilla debería estar mejorando cada día el sistema de Transmetro. Pero los hechos parecen indicar lo contrario.
Hace algo más de un año, EL HERALDO publicó un informe que recogía un amplio abanico de desperfectos en Transmetro. Los responsables del sistema anunciaron con bombo y platillo, entre otras medidas, la instalación de unas puertas con cierre magnético en las estaciones.
Pues bien: después de una cuantiosa inversión, las nuevas puertas solo estuvieron 12 días en buen estado. Las estaciones vuelven a estar abiertas ante la calle, con los riesgos que ello implica para la seguridad de los usuarios.
Los responsables de Transmetro achacan los problemas a las conductas inadecuadas y actos vandálicos de algunos ciudadanos. Algo de razón podrán tener. Pero ello no los exime de encontrar soluciones de fondo que garanticen un servicio cada día mejor a los usuarios, que en su inmensa mayoría son gente de bien. Es una cruda realidad que en nuestra ciudad impera una preocupante falta de civismo, pero los dirigentes públicos –a quienes nadie obligó a optar por el cargo– tienen la obligación de ofrecer salidas a los problemas.
Ojalá que nuestro aporte periodístico anime a las autoridades a coger el toro por los cuernos, como se dice popularmente, y que los barranquilleros lleguen a tener el servicio de transporte público que se merecen. El futuro de la ciudad depende en buena parte de ello.