La muerte del vigilante Rafael Viloria Franco a manos de un grupo de pandilleros que lo atacó con piedras, palos y cuchillos el pasado domingo en el barrio El Parque, de Santa Marta, abrió nuevamente el debate sobre el comportamiento de la ciudadanía ante este tipo de actos de barbarie.
Y es que mientras Viloria Franco era vilmente asesinado, porque no se le puede llamar de otra forma a este crimen atroz que ha conmocionado a la sociedad samaria y al país en general, decenas de personas observaban el ‘espectáculo’ como quien mira los toros desde la barrera. Hubo tiempo para grabar el salvaje ataque con los teléfonos celulares y hasta transmitir casi que en tiempo real por las redes sociales la muerte del vigilante de 42 años.
Rafael Viloria no era un delincuente, por lo que su caso no debe analizarse como aquellos en los que la comunidad, de manera errada, toma la justicia en sus manos. Homicidas y atracadores son las principales víctimas de estas reacciones desmedidas, que la poca confianza en la justicia incentiva cada vez más entre los ciudadanos. En esa sensación de desprotección se halla uno de los motivos de este comportamiento, según psicólogos y sociólogos.
Por el contrario, Viloria fue la víctima de un grupo de delincuentes que, luego de atracarlo, la emprendió contra él cuando intentó defenderse. Su hermano, Zacarías, narró para EL HERALDO que entre los espectadores de primera fila incluso se oía a una mujer gritando “mátalo, mátalo”. “Eso no se le hace ni a un animal”, expresó el familiar.
Las imágenes del homicidio le dieron la vuelta al país en cuestión de horas, lo que produjo el rechazo nacional y el clamor de justicia generalizado. Sin embargo, es indiscutible el morbo que despierta este tipo de actos en la sociedad, lo que produce que en muchas ocasiones sea más importante grabar el hecho que intervenir para salvar una vida.
Las nuevas herramientas tecnológicas han logrado que todo el mundo disponga de una cámara a la mano, por lo que el espectador ha dejado de tener un papel pasivo para convertirse él también en protagonista de lo que graba.
En la sociedad moderna, grabar se ha vuelto instintivo, y un hecho solo adquiere carácter de extraordinario si queda registrado en fotos o videos que luego son subidos a las redes.
Para algunos analistas, la actitud de la comunidad en Santa Marta es la consecuencia de la descomposición social en que vivimos, pero puede que solo sea el reflejo de los tiempos que corren.