No basta con que la Selección Colombia haya clasificado a cinco mundiales con Barranquilla como sede. No basta con que la afición haya dado en esta eliminatoria, una vez más, una muestra de apoyo incondicional a los jugadores y al cuerpo técnico, en las buenas y en las malas. No bastan los buenos oficios de las autoridades locales para que al equipo no le falte nada. Ningún argumento es suficiente para quienes, desde la prensa, la dirigencia deportiva y otros sectores, buscan llevarse a la Tricolor de su casa.

Que el calor es infernal y afecta tanto a los jugadores rivales como a los nuestros, que el estadio es incómodo y lejano, que las vías de acceso se quedaron cortas, que la infraestructura de la ciudad no es la adecuada para recibir al turista, que la reventa de boletas no tiene control, que los aficionados barranquilleros solo quieren en la cancha a los jugadores costeños, todos son argumentos que han sido esgrimidos desde 1989 cuando la Selección comenzó a jugar en Barranquilla. Desde entonces se la han querido llevar, y para infortunio de la misma Selección lo consiguieron para las eliminatorias de los mundiales de Corea y Japón 2002 y Sudáfrica 2010, a los que no se clasificó.

Esta vez la campaña comenzó temprano. No había terminado la Selección de obtener su tiquete a Rusia 2018 en el estadio Nacional de Lima cuando aparecieron las primeras voces en contra de la continuidad de Barranquilla como sede natural del combinado patrio.

El argumento ahora es el estado del terreno de juego. Sin desconocer que la cancha no es la mejor del país, su condición actual es óptima para jugar al fútbol de alta competencia, producto de las millonarias inversiones realizadas, precisamente, para que la Selección se sintiera a gusto.

Se trata de una grama joven que, como han explicado los especialistas, ha sido golpeada por la seguidilla de partidos y necesita tiempo de ‘maduración’, para lo cual tendrá dos años antes del próximo partido de eliminatorias.

Ramón Jesurun, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, fue tajante esta semana al ser entrevistado por EL HERALDO: “No hay la más mínima queja de Barranquilla como sede”. No creemos que su respuesta obedezca a su condición de barranquillero, sino al reconocimiento a una ciudad que, como ninguna otra, le ha abierto los brazos a la Selección y a sus hinchas, sean de donde sean.

Ahora bien, hay puntos por mejorar, no solo para tener un estadio más acondicionado, sino para no dar ‘papaya’, como se dice coloquialmente, a quienes buscan desde hace años cualquier pretexto para arrebatarle a Barranquilla la sede.