La conservación del patrimonio arquitectónico de Barranquilla es un tema que debe importarnos a todos. En la última década, el crecimiento de la ciudad, impulsado por la construcción, se ha transformado en el principal motor de la economía local, pero este fenómeno necesita una regulación que, de paso, se convierta en la hoja de ruta para los próximos años.
Aunque la falta de vías y redes de servicios públicos para soportar el aumento de urbanizaciones y locales comerciales es una de las mayores inquietudes de la ciudadanía en todos los estratos sociales, hay sectores en los que el problema se acrecienta por su condición patrimonial.
Es el caso de los barrios El Prado, Alto Prado y Bellavista, testigos mudos de la historia de la ciudad. Para protegerlos, el Distrito diseñó el Plan Especial de Manejo y Protección, Pemp, que está en revisión por parte del Ministerio de Cultura.
Con este plan, el Distrito, por intermedio de la Secretaría de Cultura y Patrimonio, busca regular las alturas, los usos del suelo y el estado de conservación de las edificaciones y del espacio público en los sectores mencionados.
En la propuesta se definen los sectores que tendrán limitaciones en cuanto a las alturas de las edificaciones, que podrán ser de 3, 5, 6 y 8 pisos, con el fin de no alterar el perfil urbano actual, manteniendo alturas bajas en Bellavista y dejando los edificios de 8 pisos hacia el sector de Alto Prado.
Los estudios realizados previamente indican que con la implementación de esta propuesta se mitigarán los impactos urbanos generados por las nuevas construcciones y se preservará la imagen patrimonial de la zona, según el Distrito.
El Plan de Ordenamiento Territorial (POT) establece hasta 8 pisos en la zona patrimonial, pero algunas edificaciones fueron construidas con la norma urbanística anterior, que permitía más alturas. En establecer límites para los constructores radica la importancia de la aprobación del denominado ‘Mini POT’ por parte del Ministerio de Cultura.
No se trata de frenar el progreso de la ciudad, sino de fijar reglas de juego claras y a tiempo para que el desarrollo no termine por afectar la calidad de vida de sus habitantes y por absorber una arquitectura innovadora y variada, como la de El Prado, Alto Prado y Bellavista, que es considerada referente nacional.
Las nuevas alturas, está claro, serían permitidas en construcciones recientes, ya que las casas patrimonio no se pueden modificar. Sin embargo, la propuesta distrital no ha caído bien en todos los sectores y ya genera controversia. Para la Sociedad de Ingenieros del Atlántico, por ejemplo, deben ser replanteadas por unas más bajas según la zona.
En el resto de la ciudad, de acuerdo con el POT, son permitidas alturas hasta de 50 pisos, es decir, unos 190 metros. Aquí el problema no está relacionado con el valor patrimonial sino con el impacto en la movilidad y en las redes de servicios, que podrían colapsar en algunos sectores de no realizarse intervenciones oportunas. Es la ciudad en la que vamos a vivir lo que está en juego.