La llamada ‘paz total’ en Colombia, que ha sido una de las banderas del presidente Santos tras la firma del Acuerdo con las Farc, se encuentra hoy en su punto más lejano con la suspensión de los diálogos con el Eln en Quito, luego de los atentados terroristas en Atlántico y Bolívar que dejaron siete policías muertos y al menos 45 personas heridas, en su mayoría uniformados, atribuidos por el Ministerio de Defensa a esa guerrilla.

Santos tomó la determinación de suspender en forma indefinida el quinto ciclo de conversaciones, “hasta que no vea coherencia por parte del Eln entre sus palabras y sus acciones”, lo que deja una ventana abierta a la posibilidad de volver a la mesa de diálogos.

Pero lo primero es esclarecer en el menor tiempo posible si efectivamente es el Eln el reponsable de la barbarie del fin de semana en la Costa. Hasta ahora, aunque las investigaciones apuntan hacia esa dirección, el Comando Central (Coce) de esa organización no ha reconocido su responsabilidad.

El Frente de Guerra Urbano, por intermedio de la célula ‘Kaled Gómez Padrón’, estaría detrás de los lamentables hechos, según las pruebas, por lo que llama la atención que los cabecillas de la guerrilla en Quito continúen en silencio.

Algunos analistas interpretan esta situación como un reflejo de las fisuras al interior del Eln y la falta de control sobre las milicias. De ser cierto, esto enredaría aún más la posibilidad de entablar un diálogo, ya que no existiría una línea de mando definida.

Santos, en una decisión acertada, se levantó de la mesa mientras el Eln le explica al país lo sucedido. De confirmarse lo que ya parece una realidad inocultable, se echa al cesto de la basura lo poco que se había avanzado en los cuatro ciclos de conversaciones, cuyo máximo logro fue el cese bilateral del fuego que finalizó el 10 de enero pasado.

Culminada la tregua, el Eln reactivó con intensidad sus ataques contra la infraestructura petrolera y la Fuerza Pública, a la espera de presionar al Gobierno en la mesa de Quito, según los analistas.

El Eln, fundado en 1964, se ha sentado a negociar con varios gobiernos, pero sus posiciones han sido más radicales que las de las Farc a pesar de contar con muchos menos combatientes, unos 2.000 en la actualidad.

¿Qué buscaría, entonces, el Eln con los atentados de los último días? La respuesta, para los expertos, no es otra que sembrar el terror en la sociedad civil para debilitar al Gobierno en la mesa de diálogos, y de esta manera obtener beneficios políticos similares a los alcanzados por las Farc en La Habana.

¿Por qué Barranquilla? Porque en los últimos años ha vendido un mensaje de bienestar y pujanza, y, pese a sus problemas de inseguridad, el conflicto armado nunca se había hecho sentir con tal magnitud.