La idea de quitarle tres ceros al peso colombiano no es nueva. Hace varios años el Gobierno viene manejando esta posibilidad, y el tema volvió a cobrar vigencia la semana pasada debido a la propuesta del fiscal general de la Nación, Néstor Humberto Martínez, de arruinar a las bandas criminales restándole valor al dinero que ocultan en las caletas, producto de la extorsión, el secuestro y el narcotráfico.
El primero en apoyar la propuesta del fiscal fue el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, quien calificó la idea como “muy buena”, y aseguró que va a “facilitar la vida” de los colombianos. Otro que respaldó la iniciativa fue el director del Banco de la República, Juan José Echavarría, para quien esta fórmula acercaría a Colombia a los estándares económicos internacionales.
No son solo palabras. El Gobierno tiene lista una iniciativa que tramitará ante el Congreso desde el 16 de marzo, cuando vuelvan las sesiones parlamentarias.
El ministro Cárdenas pidió a los contradictores de la idea reconocer que en el país existe una economía subterránea como resultado de las actividades ilícitas, por lo que la aprobación de esta iniciativa significaría un duro golpe a la delincuencia organizada, al tiempo que reduciría los costos operacionales de las compañías, ya que haría “más sencilla su contabilidad”.
La propuesta la expuso el fiscal en el foro de Sostenibilidad Financiera, organizado por la Asobancaria, y de inmediato generó reacciones encontradas.
Para los defensores del cambio, los beneficios pueden resumirse en mayor facilidad para las transacciones, modernidad y combate frontal a los dineros ilegales y el lavado de activos. La plata guardada en las caletas tendría que salir a la luz pública ante el riesgo de perder su valor, lo que permitiría su identificación y decomiso.
Los costos, aseguran algunos especialistas, no serían muy altos y, en todo caso, los beneficios serían mayores. Lo anterior se sustenta en que con la puesta en circulación de la nueva familia de billetes, en 2016, fueron eliminados los tres ceros y reemplazados por la palabra mil, así que de aprobarse la transición a una nueva moneda solo se quitaría la palabra “mil”.
Para los críticos, el proyecto es un “lujo” que en las actuales condiciones el país no puede permitirse y que solo traería confusión en la gente. También aseguran que el cambio no implica un crecimiento de la economía, y piden mirarse en el espejo de otras naciones en el tema de la inflación.
En cualquier caso, un paso trascendental como este necesita el respaldo de la mayor cantidad de sectores, y, por supuesto, no debe pasarse por alto la opinión del ciudadano de a pie, que casi siempre es el más afectado. Incluso, dos años después, no ha logrado resolverse por completo la incompatibilidad entre algunos cajeros electrónicos y los nuevos billetes.