A lo largo de 83 años, la grama del Romelio Martínez fue el teatro donde enormes figuras del fútbol como Dida, ‘La Bruja’ Verón, Didí Valderrama, Efraín ‘Caimán’ Sánchez, Julio César Uribe, ‘Quarentinha’, Heleno de Freitas, ‘Garrincha’, Víctor Ephanor y Alfredo Arango deleitaron con su juego a varias generaciones de aficionados de Barranquilla, quienes asumieron al principal escenario deportivo de la ciudad como uno de sus más entrañables patrimonios.

Esa relación entre la ciudad y el viejo Romelio pudo resistir el paso del tiempo, incluso cuando fue inevitable construir el imponente Metropolitano, mudar para allá al equipo que había ganado sus dos primeros títulos en el mítico estadio de la 72, y adoptar para siempre a la Selección Colombia.

Esa relación amorosa de la gente con el Romelio Martínez siguió intacta. Y fueron los barranquilleros quienes lograron impedir, en contra de la supuesta sensatez que obliga a las ciudades que crecen y se sintonizan con la modernidad a deshacerse de sus reliquias históricas, que el viejo estadio fuese demolido, lo que en algún momento parecía ineludible.

Una vez más, la ciudad demostró que a punta de nostalgias se pueden preservar las cosas queridas, en lugar de condenarlas a los álbumes fotográficos.

Esa resistencia al abandono fue premiada con la remodelación del estadio de todos, con motivo de la asignación de Barranquilla para celebrar este año los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe. La obra tuvo un costo de 183 mil millones de pesos, y en esta se tuvieron en cuenta los estándares internacionales exigidos por la FIFA y la Odecabe: un gramado natural tipo Bermuda 419, un sistema de iluminación de 1.500 luxes, capacidad para 10.000 personas y silletería numerada.

El vetusto y casi abandonado Romelio, fue rescatado del olvido. Ahora es un moderno escenario que renueva el orgullo de quienes se sentaron tantas veces en sus gradas de concreto. Su nueva imagen, su belleza, su pinta de siglo XXI, les permitirá a los más jóvenes enamorarse otra vez de un lugar que fue determinante en algunos de los más memorables momentos de nuestra historia cultural y deportiva.

Es nuestro deber cuidar al renovado Romelio Martínez, defenderlo, protegerlo, mimarlo. Porque es mucho más que una edificación, porque en sus paredes se alberga una parte del alma de una ciudad que le debe muchas alegrías.
Enhorabuena a Barranquilla por la recuperación de su estadio.