En la presentación de la Misión de Educación, Ciencia y Desarrollo, Gabriel García Márquez sentenció que Colombia es una “patria densa e indescifrable donde lo inverosímil es la única medida de la realidad”.

La insignia nacional –dijo– “es la desmesura. En todo…”. Y uno de nuestros dones, la creatividad, al lado de “una astucia casi sobrenatural”.

Como si se tratara de una visión de lo que ocurriría 24 años más tarde, sentenció que los colombianos están en todas partes, sin más recursos que la temeridad, haciendo lo mejor o lo peor, pero nunca pasando inadvertidos.

De esa patria tuvo noticia el mundo en las últimas horas por cuenta de unos nacionales que se pasaron de listos en Sarank, Rusia. Mientras unos se ufanaban de haber ingresado licor de contrabando al estadio en un par de binoculares, otros se burlaban de unas aficionadas japonesas haciendo que repitieran frases insultantes contra la dignidad femenina que ellas por supuesto no entendían.

Se trata de manifestaciones de una “cultura del vivo” que algunos historiadores han llegado a asociar con respuestas a un pasado de sometimientos, pero que rompen con el buen comportamiento que en todo tiempo y lugar debe ser inherente a la naturaleza del ciudadano.

Las reacciones no se hicieron esperar. Tampoco las condenas. Avianca, empresa donde labora uno de los implicados, anunció la terminación de su contrato de trabajo. La Cancillería colombiana, por su parte, pidió a quienes portan la camiseta tricolor, fomentar el respeto y el buen trato. Y no faltaron los que pusieron a manera de contrapeso el video de los japoneses recogiendo la basura que, ellos y los otros, dejaron en el estadio.

Más allá del debate de si el castigo de Avianca fue o no excesivo, los casos merecen el rechazo público. Ni más faltaba. Pero, ¿son consecuentes esas conductas con lo que somos como cultura?

En Rusia, según el dato de las agencias de viajes, hay alrededor de 40 mil colombianos que fueron a acompañar a la Selección. La inmensa mayoría de ellos han tenido un comportamiento respetuoso, como lo pidió el Ministerio de Relaciones Exteriores y mandan los manuales. Al menos nadie ha informado lo contrario.

¿Por qué juzgarlos a todos por el mal proceder de unos cuantos? Es más: ¿se justifica condenar a todo un país por la actitud marginal de unos desadaptados que, dicho sea de paso, han pedido perdón por sus actos?

Lo que han destacado las agencias internacionales y los comentaristas deportivos de todo el mundo, más allá de estos incidentes que tanto escándalo han generado, es que la afición colombiana, como casi siempre ocurre, ha puesto el toque de alegría al Mundial.

Somos una nación con “una inmensa energía creadora”. Eso también lo dijo García Márquez. En tanto debemos seguir insistiendo en canalizarla hacia lo bueno. Lo que somos como sociedad y como nación nadie nos lo quita. Ni siquiera las impertinencias de un puñado de nacionales arrepentidos.