Según el índice de millonarios de Bloomberg, el dueño de Amazon, Jeff Bezos, es el hombre más rico del planeta –y de la historia–, gracias a un patrimonio neto que alcanzó este mes los 150 mil millones de dólares. Es una cifra sorprendente, teniendo en cuenta que, por ejemplo, la deuda externa de Colombia es menor que la fortuna del magnate estadounidense en casi 26 mil millones de dólares.
Cada vez que salen a la luz este tipo de datos, se reabren los debates acerca de qué tan ético es que un sistema económico permita que unas pocas personas acumulen semejantes cantidades de dinero, mientras que millones se debaten en condiciones de la más denigrante pobreza.
En efecto, la confederación internacional de ONG, Oxfam International, develó que el año pasado el 80% de las utilidades mundiales se quedaron en manos del 1% de la población, un dato que a Colombia, en su condición de país desigual le atañe mucho.
Por el momento, las teorías económicas nos presentan alternativas diversas para romper con el desequilibrio entre quienes lo tienen todo y los que no tienen nada: se debaten entre las propuestas que contemplan algunas restricciones estatales a los monopolios privados que en la práctica no se cumplen, la libertad absoluta de mercados –que algunos denominan como ‘capitalismo salvaje’–, el aumento de impuestos a los más ricos para incrementar la inversión pública que podría dotar a las mayorías de oportunidades similares, la creación de verdaderas clases medias en los países en vía de desarrollo.
Pero, el tema de la concentración de la riqueza abarca mucho más que los números escandalosos, por altos o por bajos: es preciso reflexionar acerca de si en realidad el dinero es sinónimo de felicidad, de si es preciso fijar límites, de si los valores del capitalismo occidental han terminado por cambiar nuestras metas, nuestros métodos, nuestro sentido de la solidaridad.
¿Es la ambición desmedida de una pulsión incontrolable? ¿Por qué queremos más cuando aparentemente lo tenemos todo? ¿De qué tamaño será la hecatombe que terminará desatando una brecha que crece cada día hasta rozar los límites?
Mientras los expertos intentan resolver estos interrogantes, la mayoría seguirá mirando en las revistas, en la televisión y en internet a los billonarios que constituyen el modelo a seguir para muchas personas, a la gente poderosa y feliz que nos demuestra lo que se puede lograr con el esfuerzo, el talento y el olfato para los negocios.
Las nuevas generaciones deberán decidir si las cosas se quedan como están, si su destino será querer conseguir las exhorbitantes fortunas que muy pocos logran, o si, en cambio, aportan en la construcción de una sociedad donde haya menos desigualdad y con más oportunidades.