Cada vez que el Dane divulga las cifras sobre el mercado laboral, se escuchan interpretaciones del más diverso tipo, a veces contradictorias, que parecerían hacer ciertos los versos del poeta español Ramón de Campoamor cuando decía aquello de “nada hay verdad ni mentira; / todo es según el color / del cristal con que se mira”.
Los últimos datos, difundidos ayer, revelan que la tasa de desempleo alcanzó en junio el 9,4%, tres décimas por encima del mismo mes del año anterior, con lo que se mantuvo la tendencia al alza que comenzó en 2016.
El director del Dane, Juan Daniel Oviedo, sin desconocer ese incremento, prefirió destacar lo que él considera el lado positivo de la cifra, y es que el aumento fue menor que el experimentado en junio de 2018 con respecto al mismo mes del año previo. Es decir, que el ritmo de crecimiento del desempleo se estaría desacelerando, lo cual habría que celebrar como una buena noticia.
Sin embargo, analistas consultados por este periódico llaman la atención sobre otros datos del informe que mostrarían un cuadro menos optimista. Sostienen que la cifra del desempleo habría sido mayor si no hubiera crecido de manera significativa el número de personas que desiste de buscar trabajo.
La explicación es simple. Los cálculos de desempleo se hacen con base en la población denominada “activa”, que está conformada por los ocupados (22,7 millones, 27 mil menos que en 2018) según el Dane) y los desocupados que declaran estar buscando activamente empleo (2,3 millones, 95 mil más que el año anterior). Este último grupo es el que se califica de “desempleados”.
En el otro lado está la población “inactiva”, que declara no estar buscando empleo, ya sea porque no le interesa o porque ha perdido la esperanza de encontrarlo. Son 14,3 millones, 431 mil más que en junio de 2018. Si estos se hubieran declarado en busca de trabajo, el número desempleados se habría disparado. Irónicamente, su marginación del mercado laboral ayudó a que la tasa de desempleo no subiera tanto.
A ello hay que añadir que, en Colombia, casi la mitad de los ocupados son informales, lo cual no es, por supuesto, un elemento que mueva al optimismo.
En suma, podrá ser cierto que el ritmo del aumento de la tasa de desempleo se ha contenido, pero la situación no está para interpretaciones triunfalistas. Un mercado laboral donde crece considerablemente la población inactiva y donde la mitad de los trabajos declarados son informales no goza de buena salud. Así de simple.
No hay más que hablar con empresarios, y ni qué decir de los aspirantes a encontrar empleo, para advertir que la situación es preocupante. Es este, sin duda, uno de los mayores retos que afronta el Gobierno.