Hoy, 3 de mayo, día de la Libertad de Prensa, pilar de una democracia, hay que alzar la voz para reivindicar el servicio informativo como una labor imprescindible.
En tiempos de la pandemia, la libertad de prensa cobra una especial relevancia. Los ciudadanos, confinados y sometidos a restricciones de movilidad debido al estado de emergencia sanitaria decretada por el Gobierno nacional, están demandando una gran cantidad de noticias que les proporcionen datos confiables y veraces para documentarse sobre la situación que están afrontando. El aumento en el consumo de los contenidos de los medios de comunicación, especialmente el que ofrecen sus plataformas digitales, confirma una vez más que la información es un bien esencial. Salir en su defensa es incontestable.
La intempestiva crisis de salud pública que ha desatado el coronavirus, en la que la prioridad es salvar vidas, plantea un contrasentido frente al inalienable derecho humano de informar y ser informado. Esta responsabilidad, que recae en los medios de comunicación que cada día desde que comenzó esta emergencia elaboran y difunden noticias bajo criterios de servicio público, se ve amenazada por los desafíos que la misma epidemia plantea: los riesgos de seguridad que está teniendo que asumir el personal que realiza la labor periodística y sus colaboradores, y la supervivencia de los mismos medios, que han visto cómo se disminuyen sus fuentes de ingreso por la caída de la publicidad y de la circulación, en el caso de los impresos.
Una realidad económica asfixiante de la que no escapan las empresas periodísticas, que no están encontrando muchas alternativas para mantenerse en pie, y que también golpea a tantos sectores productivos del país y del mundo, que continúan paralizados intentando frenar la proliferación del contagio. Una lucha por la supervivencia que requiere una acción colectiva, desde lo público y lo privado, para que se garantice la pluralidad informativa, especialmente desde las regiones.
Extraordinaria, como la situación que hoy desafía al planeta, resulta la labor periodística que ha tenido que reinventarse para ofrecer condiciones de seguridad a quienes se dedican a informar. El teletrabajo manda y las otroras ruidosas y hasta revoltosas salas de redacción, en las que las controversias y debates resultaban interminables, se han transformado en espacios reducidos con redactores que han tenido que dar el salto, en pocos días, al apasionante mundo digital. Todos los días hay algo que aprender y que desechar.
Un nuevo orden global se escribe a diario y conmina a los redactores y reporteros, fotógrafos y videógrafos, y al resto de los integrantes de las cadenas informativas, a entender que los contenidos que hoy se construyen, en pocas horas, podrán ser revaluados por la dinámica propia de un virus que lo cambia todo de un momento a otro, en la medida en que los científicos conocen algo más acerca de él. Un buen ejemplo fue la polémica del uso del tapabocas, inicialmente desestimado y luego requerido de manera obligatoria. Los medios divulgaron y hasta defendieron, a través de expertos, esa primera posición; para luego rebatirla y fi nalmente informar que su empleo no tenía discusión. Hechos que se actualizan con el paso de los días, incluso de las horas. Y ahí están los medios de comunicación para contarlos, intentando entenderlos, buscando quién los explique de la mejor manera y así poder divulgarlos a sus audiencias. Todo un reto para aportar a la mejor comprensión de la verdad en medio de esta crisis, que exige un mayor compromiso de la prensa libre, en un momento muy adverso porque está en riesgo de verse debilitada por el coletazo mismo de la epidemia. Paradójico por decir lo menos.
Hoy, 3 de mayo, día de la Libertad de Prensa, pilar de una democracia, hay que alzar la voz para reivindicar el servicio informativo como una labor imprescindible, que no debe ser entendida como un privilegio que reclaman los medios, sino como una necesidad vital de toda la sociedad que requiere, hoy y siempre, estar enterada de lo que ocurre a su alrededor. Que esta jornada, en la que se evoca a los periodistas en riesgo, amenazados, violentados, encarcelados y asesinados en Colombia y en el mundo, sea también una oportunidad para reconocer el compromiso, la entrega y vocación de servicio de quienes ejercen el periodismo haciéndole frente a la infodemia que acecha. Gratitud por su valor que se pone a prueba a diario.