Se instalaron las sesiones ordinarias del Congreso de la República para el periodo 2020-2021. Sin duda, un hecho histórico por la virtualidad del evento, consecuencia de la pandemia del coronavirus, que estuvo cargado de todo tipo de incidentes que alimentaron el extenso anecdotario que rodea al Legislativo colombiano, y en el que no faltaron los enfrentamientos, descalificaciones y agravios.

La dilatada jornada transmitida a través de plataformas digitales dio para todo. Desde la omisión del jefe de Estado, Iván Duque, que al término de su discurso no realizó el anuncio protocolario del acto formal de instalación y debió ser requerido por el saliente presidente del Congreso, Lidio García, hasta la airada intervención del representante a la Cámara por Córdoba, el conservador Wadith Manzur, quien aseguró que parlamentarios que acudieron al salón Elíptico del Capitolio lo hicieron porque “estaban aburridos con el esposo” o “se cansaron de los hijos”, lo que generó un rifirrafe con las representantes de oposición, María José Pizarro y Katherine Miranda.

Claro, que la mayor polémica ha corrido por cuenta del video subido en redes sociales por la vicepresidente de la República, Martha Lucía Ramírez, en el que se escucha al mandatario de los colombianos referirse a la senadora Aída Avella como “la vieja esta”, mientras escuchaba la réplica de la oposición. Aunque Ramírez calificó lo sucedido como “un desafortunado incidente”, el asunto despertó la indignación de amplios sectores del país.

Cuesta aún más en estos adversos tiempos de la pandemia, en los que se reclama unidad para superar la insoportable crisis, asimilar o encajar estos hechos que despiertan sentimientos encontrados entre los ciudadanos en relación con el talante de la clase política, cuyas actuaciones revelan sus carencias de sentido común y tolerancia frente a las diferencias, así como sus excesos en señalar y acusar, en algunos casos sin mayores fundamentos. Siempre resultará más fácil restar que dar la pelea para sumar y construir consensos conciliando los disimiles intereses que cada una de las partes, y en el Congreso están representadas la mayor parte de ellas, puedan tener. Es ahí donde se mide la verdadera responsabilidad de los dirigentes.

Colombia no puede seguir atrapada en las refriegas de sectores políticos que imposibilitan la concertación en lo fundamental a la hora de superar momentos tan complejos, como los actuales y los que están por venir cuando arrecien sin piedad el desempleo, la pobreza y la desigualdad social. Descomunal se plantea el desafío para llegar a acuerdos, que exigirá del presidente del Congreso, el senador barranquillero de Cambio Radical, Arturo Char, grandes dosis de mano izquierda para liderar coyunturales reformas que están hoy sobre la mesa, a la espera de comenzar los debates.

Uno de los asuntos prioritarios en los que varios congresistas de distintos partidos e incluso sectores ideológicos coincidieron es la discusión sobre una renta básica para hogares o renta mínima universal, que garantice recursos durante varios meses para millones de familias duramente golpeadas por la crisis socioeconómica. También es esencial abordar las necesarias reformas política, a la salud y a la justicia, y establecer la regulación de las nuevas modalidades de trabajo a partir de la virtualidad, entre otros proyectos inaplazables.

El Congreso debe emplearse a fondo en estar a la altura de las nuevas realidades que han transformado la vida de los colombianos y que amenazan con ahondar sus múltiples necesidades. Los parlamentarios, más que en otra legislatura, están llamados a movilizarse de manera decidida para ayudar a la recuperación económica y social de los ciudadanos que no pueden seguir esperando mucho más para encontrar soporte en sus instituciones. Diligencia para lo urgente. Los conflictos pueden esperar, es ocasión de tender puentes, de recuperar confianza y de demostrar que se puede contar con un Congreso solidario y cercano a un país que atraviesa las horas más difíciles de su historia reciente.