Está abierta la disputa por la vacuna contra la COVID-19. La esperanza de la humanidad para enfrentar la pandemia, que socavó todos los paradigmas de ‘seguridad y normalidad’ hasta ahora conocidos, dio paso a una descomunal danza de los millones que amenaza con dejar por fuera a los países más pobres e incapaces de pagar por alguno de los proyectos que actualmente se ejecutan en sofisticados laboratorios de las más prestigiosas farmacéuticas del planeta.
Pfizer y BioNTech acaban de anunciar la firma de un acuerdo con el Departamento de Salud y Defensa de Estados Unidos por cerca de 2 mil millones de dólares para garantizar centenares de millones de dosis de su vacuna BNT162. Si las pruebas clínicas son exitosas y obtienen la aprobación de la FDA, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos, se estima que en diciembre la vacuna estaría lista para ser aplicada en dos dosis con diferencia de 21 días.
Otras farmacéuticas como AstraZeneca, que logró avances reportados por la Universidad de Oxford en relación con la inmunidad de su posible vacuna, anuncia que si se demuestra su eficacia la venderán a precio de costo “sin beneficios en todo el mundo inicialmente o al menos durante la época de la pandemia”. En total, son más de 120 iniciativas diferentes las que participan en esta carrera contra el tiempo para lograr una vacuna, de ellas 23 se encuentran en las etapas de investigación y ensayos clínicos más avanzados, por lo que están siendo administradas a miles de personas.
Sin embargo, como la propia Organización Mundial de la Salud reconoce “hay que ser realistas en cuanto a los tiempos”. No por mucho madrugar amanece más temprano y aunque el proceso se acelere para obtener los resultados esperados, ninguna vacuna será administrada si no muestra ser segura y efectiva. Esta categórica posición de la OMS apunta a que, de acuerdo con sus valoraciones, las personas no empezarán a ser vacunadas antes “de la primera parte de 2021”.
Colombia, que según estimaciones del Ministerio de Salud seguirá teniendo una afectación de la pandemia “relativamente importante hasta diciembre”, busca desde ya cómo acceder a una vacuna, estableciendo contactos con la industria farmacéutica. Sin embargo, el camino más expedito ante la falta de los multimillonarios recursos exigidos por estos desarrollos se lo ofrece la Organización Panamericana de la Salud, que trabaja en el diseño de un fondo de acceso global, conocido como el COVAX, en el que también participan la Alianza Mundial para las Vacunas, GAVI, y otros asociados en el mundo.
En este fondo tendrán cabida todas las naciones de la región de las Américas y como un solo bloque unirán esfuerzos para adquirir de manera conjunta la o las vacunas que resulten exitosas. Incluso, Colombia, donde se adelantan ensayos clínicos controlados sobre posibles tratamientos para la COVID-19, manifestó su interés para “poder ser considerado un país dentro del ciclo experimental” de la vacuna.
Recorrer este camino no está siendo ni tan fácil ni tan rápido, como muchos consideraron al principio, pensando más con el deseo que con la razón. Lo primero, será garantizar la eficacia de una vacuna capaz de atacar con anticuerpos el virus y frenar la infección, y cuando se tenga, el mayor desafío se centrará en cómo lograr una producción y una distribución masivas que permitan un suministro global en un corto plazo.
Es demasiado ambicioso lograrlo si no hay una financiación robusta que apalanque estos costosos procesos. Aunque en un momento inicial gran cantidad de voces se levantaron, incluida la OMS, demandando que la vacuna fuera un bien público global para asegurar un acceso equitativo, ese escenario ideal se ha venido desmontando con el paso de los meses, y hoy lo más cercano es que países como el nuestro obtengan la vacuna a través de las alianzas o coaliciones internacionales.
Mientras tanto, lo único que queda es esperar y como la incertidumbre seguirá siendo una constante en la vida de miles de millones de personas, reducir el riesgo de contagio debe ser una tarea diaria de autocuidado y responsabilidad individual y colectiva.