Hoy las puertas de 30 restaurantes de Barranquilla se reabren para recibir nuevamente a comensales, luego de cinco meses de cierre debido a la pandemia del coronavirus. Establecimientos que son parte del plan piloto del sector gastronómico puesto en marcha por el Distrito y en el que meseros, cocineros, ayudantes, propietarios y todos los demás integrantes de la cadena productiva alrededor de esta actividad económica depositan sus esperanzas para empezar a salir de la crisis en la que se debaten por la pérdida de ingresos.
Bajo protocolos de bioseguridad los restaurantes, avalados por la Secretaría de Desarrollo Económico, solo podrán atender a clientes con reserva previa que estarán exentos de la medida del pico y cédula, máximo 4 personas por mesa y garantizando el distanciamiento físico de dos metros entre comensales y empleados en todos los espacios del lugar. No se podrá vender ni consumir licor, no habrá carta o menú físico, sólo pantallas, tableros o carteleras y los pagos se sugiere que se hagan por medios electrónicos.
Normas acordadas para minimizar los riesgos y garantizar la seguridad sanitaria de los clientes durante el exigente proceso de reactivación del sector, que lleva semanas preparando su vuelta y adaptándose, mediante considerables inversiones, a los retos de esta ‘nueva realidad’, que además pondrá una vez más a prueba el permanente ejercicio ciudadano de convivencia con el virus: un desafiante aprendizaje que a diario escribe un novedoso capítulo, más provocador que el anterior. Quedarse esperando el regreso de una normalidad, que aún tardará mucho en llegar, resulta una posibilidad remota cuando la vida continúa, así sea vestida de tapabocas a todas horas.
Más de 41 mil restaurantes de los 90 mil, entre formales e informales, que existían en Colombia antes de la pandemia no aguantaron más y cerraron, advierte Acodrés, la Asociación Colombiana de la Industria Gastronómica. Medidas del Gobierno nacional como la suspensión de cobro de impuesto al consumo, la exclusión del IVA para los servicios de restaurantes o la terminación unilateral de los contratos de arriendo fueron insuficientes y en algunos casos solo aplazaron la lenta agonía de estos establecimientos duramente golpeados por los rigores de la coyuntura de salud pública.
Muchos de estos negocios le apostaron a la reinvención de su modelo en un intento por mantenerse a flote ajustando su oferta al servicio a domicilio o a la comida para llevar, pero estas ventas apenas alcanzaron a cubrir un 20% de sus costos operativos, entre ellos el arriendo de los locales, lo más complicado de asumir. El escaso flujo de caja, a pesar de la reducción constante de personal, no les dejó más opciones que el cierre para evitar una dolorosa quiebra, otros no pudieron salvarse y lo perdieron todo. 220 mil puestos de trabajo se esfumaron en los últimos meses, indica el gremio.
Con la reapertura de este sector en Barranquilla, no solo se le lanza un salvavidas a miles de familias que hoy tienen el agua al cuello por la difícil crisis económica y social que están soportando por cuenta de la pandemia, también se empieza a recuperar una de las esencias de la cultura de la ciudad: su fascinante identidad gastronómica caracterizada por el color, el sabor y la tradición, protagonistas imbatibles de una riqueza culinaria reconocida en Colombia y en el mundo. Una forma de mantener la ciudad viva.
Notable esfuerzo de empresarios y trabajadores que hoy se aferran a la ilusión de volver a encender sus fogones para ponerse en marcha y demostrar su capacidad de sobreponerse a la adversidad. Pura resiliencia y valentía. Conscientes de la magnitud de su responsabilidad, piden a los habitantes de la ciudad un voto de confianza porque si este piloto funciona, el Distrito autorizaría, previa evaluación de los resultados, la reactivación del resto de establecimientos gastronómicos en el corto plazo. Más opciones para recuperar empleo y frenar esta catástrofe laboral, teniendo en cuenta que Barranquilla, según la Cámara de Comercio, cuenta con 3.600 restaurantes.
En este tiempo de incertidumbre en el que la confianza es un bien bastante escaso, un valor que toca construir día a día, hay que avanzar encontrando oportunidades para volver a disfrutar y a reír, así sea bajo las nuevas circunstancias sanitarias que se imponen hoy en los restaurantes y guardando todas las medidas para garantizar una reapertura gradual y segura. Reconstruir la vida y ser más fuertes. Mucha gente depende de ello.