La ‘nueva realidad’ se desplaza en dos ruedas. La bicicleta se convirtió en el vehículo más demandado en todo el mundo para movilizarse en tiempos de la pandemia. Recomendada por la Organización Mundial de la Salud, OMS, para evitar la propagación del virus al garantizar el distanciamiento físico que no se obtiene en el transporte público ni siquiera con las restricciones, el uso constante de la bicicleta ayuda a mantener un buen estado físico, ahora que la vida se ha vuelto bastante más sedentaria por el teletrabajo y las limitaciones para practicar deportes u otras actividades recreativas.
La actual crisis sanitaria está redescubriendo el valor de este medio de transporte alternativo para los habitantes de los centros urbanos: les facilita recorrer importantes distancias en sus desplazamientos diarios, garantiza autonomía por su disponibilidad permanente, flexibilidad en las rutas a seguir y fiabilidad al poder calcular el tiempo que demorará el viaje. Además, las bicicletas ocupan poco espacio, su mantenimiento no es costoso y gracias a su uso las familias reducen el impacto en el gasto destinado a movilidad.
Frente al transporte público, la velocidad de la bicicleta es competitiva cuando se trata de trayectos cortos, y si son muy largos se pueden convertir en un alimentador de los sistemas de transporte masivos, que deben acondicionar amplios espacios o cicloparqueaderos en sus estaciones para que los usuarios puedan guardarlas con seguridad. Movilidad multimodal.
Barranquilla tiene hoy una oportunidad histórica para redefinir su carácter en un sentido positivo y constructivo a partir de la cultura de la bici que pedalea por forjar una identidad cultural propia y por avanzar en un proceso de transformación urbana. Todo un movimiento social que impulsa el desarrollo de una movilidad limpia y sostenible, amigable con el medio ambiente y generadora de salud y bienestar para quienes se ‘suben’ a él.
Sus ventajas son enormes. Apostar por la masificación de la bicicleta, a través de la implementación de políticas públicas que promocionen su uso, ofrecerá en el mediano plazo grandes avances en la movilidad sostenible y reducirá problemas relacionados con el transporte como factor detonante. Adicionalmente, una ciudad que se desplaza en bicicleta es una ciudad sana: sus habitantes reducirán riesgos de desarrollar enfermedades crónicas y representarán una menor carga para el sistema de salud.
También su uso disminuye el desgaste de las superficies de rodamiento, así como la contaminación ambiental y el ruido. Su circulación y parqueo requieren una superficie mucho menor de espacio urbano que los automóviles.
Impulsar la construcción de una identidad alrededor de la bici constituye una acción de gobierno de gran rentabilidad que cambia de manera favorable la dinámica de una sociedad. Los resultados están comprobados en todo el mundo, incluso en ciudades que han tenido que lidiar con obstáculos que impedían la expansión de su uso, como condiciones climáticas, inseguridad o falta de infraestructuras y conectividad, entre otras.
Si hay voluntad política e institucional para garantizar infraestructura, normas, presupuesto y campañas de educación vial y cultura ciudadana, los inconvenientes podrán controlarse. El Distrito, que aumentó, 12 kilómetros de bicicarriles en la ciudad, tiene enormes retos por delante que vale la pena sean redefinidos entre los representantes de todos los sectores involucrados.
Hay que asegurarle al ciclista espacio protegido, así sea inicialmente con barreras para crear confianza. Es clave construir una red que realmente cubra orígenes y destinos. Por ejemplo, que llegue al centro desde el noroccidente. Se debe convocar a las empresas privadas, entidades públicas, universidades y otras instituciones para que promuevan el uso de la bicicleta y faciliten a sus empleados, colaboradores, estudiantes y usuarios espacios para guardarlas.
Adicionalmente, todos los parqueaderos públicos tienen que ofrecer sitios para el parqueo seguro de las bicicletas. Y algo más, la educación ciudadana es fundamental para que ciclistas y demás actores viales reconozcan sus derechos y deberes.
130% creció en los últimos años el uso de la bicicleta en Barranquilla, según la Secretaría de Tránsito. De una estrategia integral de movilidad sostenible que incorpore prioritariamente una adecuada infraestructura, cultura ciudadana y políticas de fomento dependerá que su uso siga expandiéndose bajo parámetros de respeto e inclusión para todos.