En el fútbol se gana, se empata y se pierde. Eso es parte de la esencia de este y todos los deportes, el experimentar cualquiera de las tres posibilidades. De eso se trata, de la lucha continua, de la preparación, del deseo, del trabajo, de la dedicación y la entrega por tratar de superar al contrario. A veces se logra, a veces no.

La cuestión es no sentirse invencible en la victoria ni inservible en la derrota. Cada competencia, por más frustraciones o victorias que la antecedan, siempre trae su propio desafío y nunca hay que creerse triunfador o vencido. El que se impone tiene el reto de mantenerse en la cima, el que cae y muerde el polvo, debe levantarse, sacudirse e insistir en llegar a lo más alto. Jamás rendirse, nunca desistir, no estancarse, no retroceder. Resistir, perseverar, crecer y seguir adelante es lo que inevitablemente, con la mezcla de otras cualidades y oportunidades, conduce hacia el éxito en la actividad muscular y en la vida en general.

En ese orden de ideas, con respecto a la selección Colombia, es bueno asumir una actitud combativa y tomar las palabras que han expresado algunos futbolistas como Carlos Bacca, quien a pesar de que en esta ocasión no hace parte del combinado patrio, fue uno de los primeros que a través de redes sociales, mientras llovían duras críticas a Carlos Queiroz y sus dirigidos por la derrota 3-0 ante Uruguay, en el Metropolitano, se animó a mandar un mensaje de aliento y esperanza.

“Ayer no éramos los mejores y hoy no somos los peores. Vamos arriba, muchachos que esto apenas empieza y el camino es largo. Más unidos que nunca mi Selección”, dijo Bacca a través de su cuenta en Twitter.

Así es. La caída 3-0 ante los charrúas, la peor de local en la historia de Colombia en esta competencia, resultó decepcionante y frustrante por lo inesperada y por la forma en que se dio, con una Colombia desdibujada, sin la solvencia que ostentó en las dos primeras jornadas, pero es verdad lo que dice Bacca, esta pelea sigue. Podemos noquear, pero también podemos besar la lona. Hay que mantener la guardia arriba. Ni subir los brazos para celebrar ni bajarlos por tristeza.

Nadie sella ni resigna el tiquete al Mundial de Catar-2022 en la tercera fecha. “Esta es la Eliminatoria más difícil del mundo”, dijeron Queiroz y Óscar Washington Tabárez, entrenador de ‘la Celeste’.

Lo repiten muchos fanáticos y entendidos en la materia. La misión es complicada, pero no imposible. Se hace inviable con un equipo que se quede atormentado y cabizbajo, masticando y lamentando el mal sabor de la derrota.

El primer paso hacia la reivindicación es pasar la página, aceptar los errores, ejercer la autocrítica y apuntar hacia los duros compromisos que se vienen. Por eso el desahogo de Queiroz contra el árbitro argentino Fernando Rapallini por sancionar un penal dudoso en contra de Colombia e ignorar otro más claro a su favor, está bien siempre y cuando sea eso, una manera de descargar la molestia por una cuestionable decisión arbitral en el juego ante los uruguayos y no una cortina de humo o una excusa para para justificar las falencias del representativo nacional.

El DT y sus pupilos no deben quedarse llorando por lo que ya pasó. Lo que realmente importa es lo que viene hoy, Ecuador. En el estadio Casa Blanca, de la Liga Quito, a las 4 p.m., la Selección tendrá una rápida oportunidad de resarcirse y continuar dando la batalla. Un momento para demostrar carácter y la unión de la cual habla Bacca.

A juzgar por su mensaje en redes sociales el sábado, James Rodríguez lo tiene claro: “Hay que levantar la cabeza, somos ganadores. La única derrota es rendirse, todo lo demás es parte del camino”. ¡Arriba, Selección!