Usar las redes sociales para divulgar contenido sexual de mujeres sin su consentimiento o compartir material pornográfico infantil es repugnante. Son hechos absolutamente repudiables que atentan contra la dignidad de las víctimas, y nadie debería tolerarlos ni mucho menos consentírselos al ser delitos castigados por la ley. La Fiscalía General inició una investigación de oficio sobre la actividad de un grupo en Telegram y WhatsApp que se hace llamar ‘Babados Killa’, en el que miles de personas intercambian fotografías y videos íntimos de mujeres de todo el país, especialmente del Atlántico.
Valentina Hereira, una joven que honra su nombre, denunció a través de sus redes sociales al grupo que publica contenido sexual o material ofensivo sin aprobación de las implicadas y admite recibir dinero para retirarlo de sus plataformas digitales. Conscientes de lo delincuencial de sus actos, estos individuos, tan cobardes como soeces, emplean identidades falsas para relacionarse entre ellos e intimidar a sus víctimas, como también han hecho con Valentina, a quien las autoridades deben garantizar protección frente a individuos sin escrúpulos que bajo la fachada de una comunidad virtual vulneran la intimidad de mujeres contra su voluntad, y aparentemente permiten la difusión de contenido sexual de menores de edad.
No se puede permitir que prosperen grupos como este en el que se ofrece ‘diversión’ o ‘entretenimiento’ a costa del sufrimiento de adolescentes y mujeres adultas afectadas por la divulgación de material sexual fotográfico, sonoro o en video usado de manera indebida, que desencadena revictimización constante con incalculables secuelas emocionales. Minimizar o ignorar lo que oportunistas de esta calaña hacen nos convierte en sus cómplices y abre la puerta para que muchos más destrocen la vida de mujeres, muchas de las cuales seguramente depositaron su confianza en quien no debían.
El sexting o envío de mensajes sexuales mediante celulares, dispositivos móviles o computadores es una práctica común, de carácter legal siempre y cuando sea consentida entre dos adultos. Sin embargo, se puede convertir en un delito si el contenido es publicado en redes sociales, portales web, reenviado a terceras personas o comercializado por el destinatario inicial, sin que medie autorización previa de su autor. La cibervenganza es uno de los mayores riesgos del sexting. No es de extrañar que muchas de las imágenes o videos íntimos de mujeres que terminan circulando en plataformas como la denunciada ‘Babados Killa’ sean el resultado de relaciones fallidas en las que una de las partes emplea este material para dañar al otro buscando una humillación pública mediante el ciberacoso. Nadie puede perder de vista que la violencia virtual es igual de real e hiriente que la física y genera episodios graves de violencia de género e incluso feminicidios.
Las alarmas también deben encenderse cuando se detectan contenidos que involucran a menores de edad, que engañados por adultos les envían material sexual que luego es divulgado en grupos donde encubiertos por el anonimato perviven depredadores sexuales infantiles. Los jóvenes también suelen caer en el uso abusivo e indiscriminado de la tecnología para intercambiar contenidos sexuales y consumir pornografía. El aislamiento social por la pandemia disparó estas tendencias llevando a que más jóvenes, sin mayor acceso a educación sexual, desarrollen su imaginario sexual a partir de lo que visualizan en las redes sociales como actos íntimos violentos contra la mujer, lo que perpetúa nocivos estereotipos de género.
Las redes sociales son herramientas útiles para ser usadas con responsabilidad evitando perder el control y causar daño. No traspasar sus límites es fundamental, de lo contrario las autoridades deben estar prestas a actuar.