Francia e Italia sientan precedentes frente a la pandemia de no vacunados que se extiende por el mundo, y de la que no escapa Colombia. Luego de la imposición de un ‘pase sanitario’ en el territorio galo para ingresar a discotecas, eventos masivos y sitios de ocio y cultura, además de restaurantes, bares, centros comerciales, hospitales, aviones y trenes, ahora es Italia la que anuncia la exigencia de un certificado sanitario desde el 5 de agosto. Sin este ‘certificado verde’, que confirma la vacunación o prueba negativa de su portador, no se podrá acceder a espacios cerrados.
Determinaciones controversiales, sin duda, pero en la dirección correcta ante el repunte de contagios por las nuevas variantes más transmisibles, en particular la delta, que se propaga por todas partes. Para no vulnerar derechos y libertades individuales, los mandatarios europeos evitan ordenar la aplicación obligatoria de las vacunas, aunque sí decretan restricciones para presionar a los ciudadanos más reticentes a acudir a recibir sus dosis, antes de que la situación sanitaria de sus países se salga de control. Es un hecho que la paradoja de la inmunización impide hoy mantener el virus a raya, pese a que a esta altura de la pandemia se debería tener bien aprendida la lección. Por un lado, naciones con vacunas de sobra registran bajas tasas de inoculación en grupos significativos de su población, mientras que en las más pobres el problema radica en que no cuentan con biológicos suficientes para su gente. Ciertamente, en ambos escenarios los organismos internacionales de salud advierten sobre preocupantes incrementos de casos.
Cruzando el océano, la situación no es distinta. En Estados Unidos, donde los contagios aumentaron 70 % durante la última semana; las hospitalizaciones, 36 %; y las muertes, 26 %, entre los no vacunados, el presidente Joe Biden, bastante frustrado por cierto, advierte de una inminente crisis de salud pública por la negativa de esta población a inmunizarse. La infodemia o información falsa con evidentes intereses políticos, esta vez sobre las vacunas, ataca de nuevo provocando que adultos jóvenes, especialmente en estados de mayoría republicana, decidan no aplicarse sus dosis, exponiendo sus vidas y las de los demás.
En la Unión Europea, 200 millones de personas, el 54,7 % de los adultos, cuentan con el esquema completo y en Estados Unidos el 56,2 % de sus habitantes ha recibido al menos una dosis. Pero no es suficiente. Sin la inmunidad colectiva proporcionada por la vacunación del 70 % del total de la población no será posible retornar a niveles de una relativa normalidad y, lo que es peor, el virus seguirá mutando y expandiéndose entre los no vacunados. La pandemia no se ha ido, aunque incluso los mismos gobiernos insistan en lo contrario levantando de manera prematura medidas como el uso del tapaboca, que luego deben volver a implantar tras la subida de contagios. Las dudas que persisten alrededor del virus no deberían dar margen a la improvisación.
En Colombia, donde se han administrado más de 24 millones de dosis logrando la inmunización total de 10,7 millones de ciudadanos, 4,3 millones de personas, incluidas en las etapas priorizadas, no se han vacunado. Sus primeras o segundas dosis se encuentran almacenadas en centros de acopio del país. Es lamentable constatar cómo la vacunación se ha frenado, mientras los resultados de los primeros estudios sobre la eficacia de este proceso en Colombia confirman que todos los biológicos aquí administrados protegen contra la infección en un 86 %, evitan hospitalización en un 90 % y previenen la muerte en un 81 %. Datos alentadores que reafirman la validez de la vacunación como el mejor instrumento para controlar el virus.
La vacunación debe recuperar su ritmo. El Gobierno tiene que tomar decisiones rápidas acerca de la apertura de la vacunación masiva sin restricciones de edad, la entrega de incentivos económicos o incluso la imposición de restricciones a los no vacunados, como sugieren gremios de la salud, para evitar que esta pandemia siga creciendo y se genere tensión con quienes decidieron vacunarse para asegurar su bienestar y el de los demás. No estamos aún al final del túnel.