El embarazo y la covid-19 son una combinación riesgosa que podría acarrear desenlaces fatales, tanto en la gestante como en el bebé dentro del útero o cuando acaba de nacer. La evidencia científica disponible confirma que se trata de grupos muy vulnerables a la infección si se comparan con el resto de la población y, por tanto, pueden enfermar gravemente o incluso fallecer. Estudios internacionales han confirmado que vacunarse contra el virus es la mejor forma de que las embarazadas adquieran protección segura y eficaz para ellas y, en particular, para sus bebés, sobre todo ahora que la variante delta, mucho más transmisible, empieza a hacer estragos. Inmunizarse no es solo un acto de amor, también una decisión responsable que reduce de manera drástica la exposición de madres e hijos a los efectos más dañinos del virus, entre ellos, los partos prematuros.
Todas las gestantes tienen grandes dudas acerca del crucial momento que viven, en especial las primerizas, y cada una de estas inquietudes merece ser atendida de manera oportuna con información seria y confiable. La pandemia ha generado peligrosos escenarios en los que circulan sin ton ni son informaciones erróneas o engañosas, también asociadas a la vacunación de las embarazadas, en una clara apuesta por polarizar el debate público. Asesorarse con fuentes creíbles vinculadas directamente con ginecólogos y obstetras es lo correcto para tomar determinaciones lo más informadas posible en asuntos tan relevantes como el bienestar de las madres y sus niños. No basta únicamente con realizar campañas de sensibilización, que son valiosas en sí mismas, frente a los beneficios de vacunarse o de asegurar para ellas las vacunas necesarias; las autoridades de salud del orden local y nacional deben comprometer esfuerzos adicionales para acompañar a las mujeres en un proceso con complicaciones añadidas debido a los frentes abiertos por la pandemia.
Una de esas dificultades es la menor atención médica prenatal que habrían recibido mujeres gestantes como consecuencia de las restricciones de movilidad decretadas por la emergencia sanitaria, la cancelación de los controles en hospitales o centros asistenciales por el temor a un contagio, la imposibilidad de desplazarse a las citas por falta de recursos o la limitación de acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva. Estas situaciones, con más o menos agravantes dependiendo del nivel socioeconómico de las embarazadas y de su lugar de origen, han puesto en jaque la salud materna de miles de mujeres en el país. El Instituto Nacional de Salud (INS) reveló un alarmante reporte acerca de las muertes maternas tempranas en 2020, ocurridas durante el embarazo, parto y hasta 42 días después de terminada la gestación: un total de 409, 100 casos más que los proyectados para ese periodo. A la espera de determinar cuáles están directamente relacionadas con la covid, sin duda se trata de un hecho que preocupa teniendo en cuenta que la mayoría de estos fallecimientos se consideran potencialmente evitables.
Luego de un 2020 realmente difícil para las gestantes por los factores de riesgo asociados a su condición, y porque no se conocían pruebas sustanciales del efecto de la vacuna en esta población, hoy no solo se ha comprobado su función protectora para ellas y, a través de la barrera placentaria para sus hijos, sino que además las dosis están a su alcance en los puestos de inmunización de Barranquilla, municipios del Atlántico y el resto del país. Las vacunas, el freno más eficaz para mantener bajo control el virus, son seguras y salvan vidas. En el caso de las embarazadas, dos: la de la madre y la de su hijo. Es la mejor y más importante motivación para acudir a inmunizarse. Rechazar la vacuna, cuando no existen otras garantías para salir inmune de un posible contagio, es un riesgo al que las embarazadas no deberían someterse.