Barranquilla ha sido víctima constante en los últimos años de los incendios forestales, puntualmente por los producidos al otro lado del río Magdalena en el Vía Parque Isla Salamanca.

Tanto es así que el municipio con mayor número de solicitudes de apoyos aéreos para control de estas emergencias en 2020 fue Sitionuevo, donde se encuentra ubicado el parque natural. Solo el año pasado, en siete oportunidades se requirió el apoyo de la Fuerza Aérea para sofocar las llamas en la zona, que terminan invadiendo de humo y cenizas a la capital del Atlántico. Una problemática sin fin que se reedita cada año.

EL HERALDO presenta en su edición de hoy un panorama de la situación y las consecuencias sobre el ecosistema y los paisajes del Atlántico, especialmente, que aparece como el tercer departamento del país con el mayor número de incendios de cobertura vegetal, de acuerdo con el informe anual de la Dirección Nacional de Bomberos de Colombia.

El documento deja en evidencia que en el top 5 de departamentos con mayor número de eventos de este tipo el año pasado estuvieron tres de la región Caribe: Sucre (segundo con 532, después de Antioquia, 749), Atlántico (tercero con 474, seguido de Valle del Cauca con 472) y Magdalena (quinto con 442 eventos).

De los 7.510 incendios forestales registrados en 2020 el 35 % se concentraron en la Costa (2.649). Y al repasar la evolución y el comportamiento del fenómeno en la última década queda al descubierto la gravedad y la magnitud del problema en Colombia. En los últimos 9 años, la cifra de eventos de este tipo se ha multiplicado por 6. Mientras que en todo 2012 se reportaron 1.105 incendios forestales, en 2020 la cifra llegó a 7.510.

No cabe duda de que cada vez más los gobiernos nacional y locales son conscientes de la necesidad de priorizar el medio ambiente en sus políticas públicas, pero claramente aún no es un tema que esté en el centro de la agenda gubernamental en ninguno de sus niveles.

Las herramientas tecnológicas y el diseño de nuevas metodologías han permitido ir mejorando en la medición del clima y en las predicciones, pero se requiere un mayor esfuerzo para hacer un trabajo más planificado y con resultados confiables que permitan anticiparse en la adopción de medidas para afrontar, mitigar y adaptarse a los efectos del cambio climático, que derivan en desastres naturales, y como en el caso que nos ocupa en incendios forestales que acaban con la vegetación y agravan la crisis climática.

La agenda ambiental, que necesariamente implica un gran esfuerzo de concientización de los ciudadanos para tomar acciones y hacerse partícipes de la reducción del riesgo para el planeta, demanda multiplicación de recursos económicos y atención estatal. No hay que jugar con fuego, el medio ambiente envía todas las señales, hay que leerlas y dar respuesta, ya no para revertir los daños – los expertos advierten que no es posible–, pero sí para buscar frenarlos.