Luego de la intensa batalla jurídica y diplomática que el régimen de Venezuela libró durante 16 meses para evitar la extradición de Alex Saab a Estados Unidos, ¿alguien pone en duda que el empresario barranquillero, acusado de ser el testaferro de Nicolás Maduro, conoce hasta el más mínimo detalle sobre el entramado de corrupción alrededor de este Gobierno y sus socios internacionales? Que cuente todo lo que sabe es lo que estaría por verse. ¿Cuándo o cómo? Todavía sería prematuro anticiparlo, pero evidentemente los términos de una posible cooperación de Saab con la justicia norteamericana no son descartables si se tienen en cuenta los antecedentes de acuerdos de negociación de penas a cambio de información sensible.
Dicho de otra forma, el sistema de justicia de los Estados Unidos es experto en ejercer la presión adecuada para obtener lo que busca, apostando siempre por el premio mayor que en este caso es el heredero de Hugo Chávez y su círculo más estrecho. Si cae Maduro, no lo hará solo. Demasiados venezolanos y colombianos aparecen involucrados en los turbios negocios de lavado de activos orquestados por la red de Saab y su cómplice, el prófugo Álvaro Pulido, que tenía tentáculos en una docena de países. La larga lista incluye proyectos de viviendas para familias de escasos recursos que se pagaron, pero jamás se construyeron, malversación de fondos con los que se compraron las cajas de alimentos de dudosa calidad para los más vulnerables –el tristemente célebre programa (CLAP)– o los acuerdos con Turquía e Irán para negociar oro y petróleo, por debajo de cuerda, sorteando las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea.
Nada escapaba al control de Saab. En efecto, las evidencias confirman cómo Maduro ungió de un incalculable poder a su hombre de confianza, encargándole todo aquello que estaba por fuera de la legalidad. No es de extrañar el desespero del régimen ahora que Saab se encuentra en custodia de la justicia de Estados Unidos en Miami, donde volverá a comparecer el 1 de noviembre. Lo que se conoce hasta ahora es solo la punta del iceberg de un elaborado esquema de corrupción que durante una década saqueó las riquezas del vecino país, acabó con la escasa institucionalidad que aún quedaba, sobornó funcionarios a diestra y siniestra y despilfarró el ínfimo capital político con el que se vendía el proyecto bolivariano ante el mundo.
Los señalamientos contra Saab son tan extensos como sus vínculos con reconocidos empresarios o políticos de ambos países que se fiaron del todopoderoso operador económico del chavismo, elevado recientemente a la categoría de delegado especial de la República Bolivariana o miembro plenipotenciario de la mesa de diálogo y negociación con la oposición para blindar su extradición. Ni una cosa ni la otra. Pese a haberlo convertido en héroe de la revolución, la estrategia no funcionó y Saab fue extraditado. Contra las cuerdas, en una clara retaliación, Maduro suspendió de manera unilateral las conversaciones con los partidos de oposición, frustrando las expectativas de alcanzar acuerdos en beneficio de la población venezolana. Pero inexplicablemente, la culpa la tiene Colombia, acusada de oponerse al diálogo político, aseguró el oficialismo. Vaya descaro.
Caracas insiste en que la vida de Saab corre peligro. El empresario, en carta leída por su esposa, la italiana Camila Fabri, señala no ser un “suicida”, por lo que si le ocurre algo será “un asesinato”, y reitera que no tiene “nada que colaborar” con la justicia norteamericana porque no ha cometido ningún delito. No es difícil imaginar que Alex Saab está entre la espada y la pared. Presionado por un lado por la justicia de Estados Unidos para cerrar una negociación y por el otro, por el régimen de Venezuela que le recordó, hace un tiempo, en una carta amenazante, que está sujeto a las leyes de ese país y “obligado a mantener los más altos niveles de confidencialidad con respecto a la información clasificada que posee”, so pena de enfrentar procesos penales si habla.
Desconcierta lo que sucedería si Saab acepta convertirse en la ‘Garganta Profunda’ del régimen. Es evidente que no hay punto de comparación entre lo que conoce y la información que aportarían dos figuras cercanas al régimen acusados de narcoterrorismo, los exmilitares Clíver Alcalá –preso en Estados Unidos– y Hugo Carvajal –a punto de ser extraditado desde España a ese país–, que han aceptado colaborar con la justicia. Indudablemente, Saab es la clave y su declaración podría ser el principio del fin para muchos a ambos lados de la frontera. Que se sepa toda la verdad.