Conmemoramos hoy un nuevo aniversario, el número 88 de esta casa editorial, enfrentando aún, como la gran mayoría de ustedes –nuestros lectores y lectoras– momentos difíciles, producto del duro camino recorrido durante los últimos casi 19 meses por cuenta de los efectos de la pandemia. Durante este tiempo desafiante en el que la prioridad ha sido aportar, a través de nuestra información veraz, rigurosa y responsable, al control adecuado de la emergencia sanitaria, nos hemos esforzado por mantener una postura equilibrada e imparcial, para evitar profundizar la peligrosa idea de que el pesimismo es el único escenario posible en nuestro futuro. La confianza en nuestra gente nos anima a ser entusiastas.
Es cierto que antes de la irrupción de la covid-19 Barranquilla y municipios del Atlántico ya afrontaban complejas situaciones de pobreza, desigualdad social, inseguridad y presiones migratorias, entre otras realidades que causaban una profunda preocupación. Inevitablemente, estas dificultades se hicieron más extremas por causa de las restricciones impuestas por el virus. Una coyuntura excepcional de alcance global que desencadenó un fuerte retroceso en las condiciones sanitarias, sociales y económicas de todas las personas, sin excepción alguna, obligándolas a reconducir sus prioridades. Sin embargo, no todas lograron salir ni seguir adelante. Lo sabemos bien, porque desde nuestras páginas hemos acompañado el sentir de quienes se han visto impactados, y en algunos casos arrasados por los hechos. A todos ustedes, nuestra admiración y reconocimiento por su fortaleza y constante lucha.
El ambiente anormal, incluso negativo que hemos vivido por temporadas debido a los picos del virus, episodios de vandalismo durante el paro nacional, además de la reciente oleada de criminalidad en Barranquilla y su área metropolitana, terminó por colocarnos en un estado de desconcertante vulnerabilidad pocas veces conocido. Así lo hemos experimentado en nuestra propia sala de redacción, el corazón de esta casa periodística, donde también sabemos lo que es la angustia, la desazón y el miedo. Ceder a ellos no es el camino que nos hemos trazado. Hoy más que nunca contamos con ustedes.
En el apasionante reto de informar, como ha hecho EL HERALDO durante 88 años, el fatalismo ni la desesperanza tienen cabida. Las adversidades que por momentos parecen dominarlo todo, producto de los falsos debates, las mentiras o el ruido de quienes buscan la confrontación, la división o incitar a la rabia para ganar notoriedad y prestigio –vaya a saber con qué propósito oculto– nos recuerdan la importancia de nuestra tarea diaria. Prestamos un servicio público de información. Somos periodistas, no activistas ni militantes de ninguna causa en particular. Quienes nos amenazan con desacreditarnos o descalificarnos por no responder a sus intereses se equivocan. Ejercemos nuestro legítimo derecho a la libertad de expresión con verdad, honestidad e irreductible compromiso con las audiencias. Resultaría irresponsable, además de una completa estulticia, actuar de manera distinta.
Nuestra visión resiliente, sustentada en un razonable optimismo, apuesta por la defensa de una sociedad articulada desde sus bases democráticas, basada en el respeto, la plena vigencia de los derechos y libertades, capaz de reconocer sus diferencias y de superarlas mediante el diálogo y el entendimiento. Si lo que hemos vivido durante la etapa pandémica ha sido en exceso provocador, lo que se viene podría ser aún más crítico por el proceso electoral en ciernes. Tomar decisiones informadas, sin la nefasta interferencia del populismo o la coacción, demanda una prensa fuerte. Trabajamos todos los días en ello.
En lo inmediato, desde el ejercicio del periodismo imprescindible –nuestra razón de ser– insistimos en llamar a la dirigencia política y económica, representantes públicos, así como al resto de los actores sociales, para que aseguren calidad de vida y opciones para todos en Barranquilla, el Atlántico, la Costa y Colombia. En su actuar debe reflejarse un trabajo constante para acelerar la recuperación del empleo, reforzar la inversión social, conjurar la amenaza de los violentos y sobre todo resolver los problemas de la gente. Salir de esta crisis sin precedentes, que por momentos superó las capacidades institucionales, nos demanda unidad, además de espíritu crítico, al igual que orgullo por lo nuestro. Hoy reiteramos esos sentimientos y nos declaramos listos para encarar lo que está por venir.