“Lo que no llegó en octubre, ya no llegó para diciembre”. Esta acertada frase del presidente ejecutivo de la Asociación Nacional de Comercio Exterior, Analdex, Javier Díaz, retrata bastante bien la acentuada crisis que afronta desde hace meses el comercio internacional, y de la que no escapa Colombia. Una tormenta perfecta con efectos económicos impredecibles e incalculables.

Las dificultades logísticas globales, consecuencia de situaciones relacionadas de manera directa e indirecta con la pandemia, afectarían seriamente las proyecciones de una Navidad feliz, principal apuesta de sectores productivos de la economía, en especial del comercio, debido al posible déficit de productos clave para esta época como juguetes, alimentos y electrodomésticos importados. Sin lugar a dudas, los etiquetados con el famoso ‘Made in China’ o ´Hecho en China’ son los que corren más riesgo de escasear.

Un eventual desabastecimiento, por demás, impactaría negativamente las expectativas de los compradores. No solo por la poca disponibilidad de productos en el mercado, también por su encarecimiento. El resultado momentáneo de la crisis nos sitúa entonces en un preocupante escenario de aumento sostenido de precios. O lo que es lo mismo, en una tendencia alcista que golpearía las frágiles economías de hogares que apenas empiezan a salir a flote.

Detrás de este preocupante escenario aparecen problemas de compleja resolución alrededor de la cadena de suministros y del transporte marítimo, reduciendo el comercio mundial. Sin chips, insumos ni materias primas, empresas tecnológicas y de la industria automotriz, entre otras, se han visto obligadas a suspender su producción en pleno ascenso de la demanda. Un cuello de botella que amenaza la recuperación económica mundial por sus efectos en China y Estados Unidos, donde se ubican los mayores puertos del planeta.

En un sentido más preciso, la actual crisis tiene nombre propio: contenedores. Escasean porque debido a la pandemia se quedaron regados en los puertos de medio mundo, cuando las prioridades de los consumidores –confinados en casa por el virus y teletrabajando– cambiaron por completo, provocando un parón en la producción mundial. Como hoy cuesta tanto conseguirlos, además de moverlos, el valor de su alquiler y en general de los fletes está por las nubes. Antes de la pandemia se negociaban entre USD5 mil y USD15 mil por día y ahora se consiguen hasta por USD100 mil.

A las puertas de la temporada navideña, el retraso de los buques que movilizan los contenedores cargados con mercancías desde los principales puertos del mundo, entre ellos los chinos, auguran la muy probable llegada de tiempos de escasez y carestía. Antes su demora era de 45 días, en la actualidad supera los 75. Revertir esta considerable afectación de la logística internacional tardaría meses e incluso todo el 2022 en el caso de Colombia, que no es prioridad de los mercados globales. Conviene estar preparados.

Si algo nos ha reafirmado la pandemia con sus diversos retos es que las crisis pueden convertirse en oportunidades. La ralentización del comercio mundial abre grandes posibilidades a los productores locales para que hagan su agosto en diciembre. Ante la falta de inventario importado, compremos lo nuestro y promovamos el consumo de empresas locales necesitadas de oportunidades para afianzar su recuperación. Emprendedores y fabricantes nacionales ofrecen con enorme ilusión sus artículos totalmente disponibles, además con precios competitivos y hasta descuentos. Saber qué comprar, hacerlo de manera inteligente y anticipándose a los días de mayor consumo pueden ser estrategias sensatas para esquivar el quiebre al bolsillo que supone la escasez global de suministros.