Barranquilla cierra el año como una de las ciudades con la menor tasa de desempleo del país. Indicador que pasa a ser el más reducido del conjunto nacional, si se analiza en el comparativo de las grandes capitales. Tras el peor embate de la pandemia en el que este índice alcanzó el 15,9 % (trimestre de abril-junio de 2020), la más reciente medición del Dane lo sitúa en 9,6 %, en el período agosto-octubre de 2021. Mientras la ocupación se encuentra en el 55,8 %, acercándose a niveles prepandemia. Sin duda, son señales positivas, pero sobre todo alentadoras de lo que nos espera en 2022, luego de la absoluta parálisis de las actividades productivas de la región, a la que obligó la crisis sanitaria en su primer momento.
Está claro que esa debacle económica inicial, agravada por los sucesivos picos del virus con sus inexorables restricciones en materia de movilidad e interacción social, causó severos daños en el aparato productivo de la ciudad y los municipios, desencadenando pérdidas cuantiosas. En algunos casos, irreparables. Pero sobre todo, abrió un hueco gigantesco en el bolsillo de los hogares, en particular de los más vulnerables, arrastrándolos al límite de sus posibilidades en asuntos tan esenciales como la seguridad alimentaria. Asistirlos hasta que su situación se estabilice por completo debe seguir siendo una prioridad de los servicios sociales de la Alcaldía Distrital y la Gobernación.
La reactivación económica de la capital del Atlántico, como la del resto del departamento, avanza a buen ritmo, lo cual también es una buena noticia. Mientras en la ciudad, la Secretaría de Desarrollo Económico estima que faltan por recuperar 15 mil de los 180 mil empleos perdidos desde marzo de 2020; en los municipios, la Gobernación considera que se está a 0,2 % de volver a la ocupación prepandemia, después del restablecimiento de casi 78 mil puestos de trabajo destruidos por la crisis.
Los resultados son visibles en sectores como el del comercio minorista que en los primeros 10 meses aumentó 18,6 % sus ventas respecto a 2020. O el de la producción industrial que creció 20,1 % frente al año pasado. En ambos casos, las cifras contrastadas demuestran que se están rebasando los registros de períodos anteriores al de la emergencia sanitaria, lo que se traduce en más puestos de trabajo. Sirva de ejemplo, el dato del comercio que en el trimestre agosto-octubre de 2021 contaba con más de 230 mil personas ocupadas, mientras en el mismo periodo de 2017, registraba 217 mil.
El buen momento de nuestra economía lo apuntala el Índice de Confianza en el Consumidor, en el que Barranquilla aparece en el primer lugar nacional, tras aumentar 12,7 puntos en la medición de noviembre. Indudablemente existen razones para el optimismo. Fundamentadas no solo en la confianza y evolución del consumo que respaldan la recuperación pospandémica, sino en el ánimo entusiasta que se respira en la ciudad. Más allá de las preocupaciones, además de carácter global, por la escalada inflacionista o las dificultades en las cadenas de suministro, la economía local continúa robusteciéndose y ofreciendo signos favorables que sería irreflexivo desconocer.
Ahora bien, superar las deficiencias del mercado laboral, entre ellas la informalidad, fenómeno complejo que no es exclusivo del Atlántico, debería ser uno de los elementos centrales de las estrategias de nuestros gobernantes para consolidar la reactivación en 2022. El compromiso de Jaime Pumarejo y Elsa Noguera por mejorar la calidad de vida de los habitantes de Barranquilla y los municipios, ofreciendo más oportunidades a los jóvenes y a las comunidades de territorios vulnerables, en alianza con el sector privado, requiere estímulos adicionales para promover el salto de los informales y generar empleo digno. La creación del Banco del Bienestar, confirmado por la gobernadora a EL HERALDO es un paso en la dirección correcta.
¿Es tiempo de echar las campanas al vuelo? Depende. Aún quedan grandes desafíos por delante. Reducir la pobreza es uno de ellos. Pero, ciertamente, sí es posible celebrar pequeñas victorias, como en el caso de quienes sanearon sus economías familiares, luego de meses de encadenar desesperanzas. Por demás, la reactivación se afianza gracias al aumento de la resiliencia epidemiológica, adquirida con la vacunación.
La pandemia ha ocasionado trastornos de tal magnitud que nos costará aún tiempo superar. Pero la valentía y el coraje de los ciudadanos de Barranquilla y el resto del Atlántico, así como la pertinencia de las políticas públicas y la suma de esfuerzos del sector privado, sin dar espacio para equívocos ni tropiezos, harán de 2022 el mejor año que podamos recordar en nuestra historia reciente.