Aún lejos de tocar techo, ómicron nos está cambiando la lógica de la pandemia, o por lo menos de lo que creíamos saber acerca del comportamiento del virus. Lo que se conoce hasta ahora de la nueva variante, predominante ya en decenas de países del mundo, indica que pese a ser mucho más contagiosa que las anteriores cepas –una sola persona puede infectar a entre seis y diez contactos– el riesgo de provocar enfermedad grave se reduce entre 15 % y 80 % respecto a delta.

Dicho de otra forma, aunque el número de casos supera con creces el de picos anteriores, en Reino Unido, Francia, España o Alemania –donde la situación parece estar fuera de control– su gran cantidad de contagios no se traduce necesariamente en un aumento de pacientes hospitalizados o de ingresos en las unidades de cuidados intensivos. ¿Hay razones para preocuparse entonces? Sin duda que las hay. Por tanto, nadie debería bajar la guardia ni creer que está a salvo o que ómicron no puede causar la muerte de personas, en especial de quienes padecen enfermedades crónicas o son más vulnerables a una condición de covid grave.

Un mes después de haber sido identificada, y coincidiendo con el levantamiento de los cuestionados cierres de fronteras con los países del sur de África que no impidieron su propagación, la comunidad científica, ejerciendo su indiscutible liderazgo durante la pandemia, ha empezado a dar a conocer información relevante, pero sobre todo contrastada, acerca de ómicron. Datos que explican el incremento tan exponencial de los casos en tan corto tiempo y que nos convocan a tomar determinaciones inaplazables para adaptarnos de la mejor manera posible a su inevitable presencia.

La más importante está relacionada con la vacunación. Como se había anticipado, la inmunización asegura protección hasta en un 90 % cuando se ha recibido el refuerzo y en un 65 % si se tiene esquema completo con dos dosis. Cada quien elige cómo desea enfrentar la amenaza que supone la nueva variante, por lo que conviene que a título personal, pero pensando en lo colectivo, toda persona examine con atención las ventajas y desventajas o, como dirían los científicos, la relación “riesgo-beneficio” frente a ómicron. Quienes se resisten a completar su esquema de inmunización o aún no han recibido el refuerzo son los más expuestos al contagio de la cepa que ha demostrado aumentar las reinfecciones.

Pese a su acelerado ritmo que pone sobre la mesa la adopción de medidas preventivas más restrictivas, como reducción de aforos y de horarios, reclamadas con insistencia por epidemiólogos preocupados por una avalancha de contagios durante las próximas semanas, ni todos los gobiernos ni muchos menos los ciudadanos parecen dispuestos a dar los pasos necesarios en las horas finales de 2021. Nadie quiere tomar decisiones difíciles como cancelar viajes o reuniones, aunque sea lo correcto. Prefieren arriesgarse, bien sea porque se sienten más seguros por la vacunación, o por pura fatiga pandémica.

Barranquilla y el resto del Atlántico, por su ubicación geográfica, se sitúa en medio de los dos territorios donde hasta ahora se han identificado casos de ómicron. Aunque los contagios en el departamento se mantienen en mínimos, conviene reforzar las medidas de protección y celebrar, en lo posible, encuentros de la forma más segura en espacios abiertos, con tapaboca y manteniendo distancia física. Si son en recintos cerrados, se debe considerar un número reducido de asistentes y procurar buena ventilación. Aun así, se da como un hecho que la mayor interacción social en el cierre del año sumado a la relajación de las vacaciones disparará los casos hacia mediados de enero.

Dos años después de su irrupción la pandemia sigue viva. Confiamos en que termine en 2022, como lo estima la propia Organización Mundial de la Salud, pero antes debemos superar, con determinación y compromiso, el embate de ómicron, y confiar en que la producción y disponibilidad de vacunas garantice que el 70 % de la población de cada país, independientemente de su ubicación geográfica, esté vacunada a mediados del próximo año. Equidad vacunal y conciencia individual y colectiva para acabar esta pesadilla que nos tiene cansados.