La pandemia despejó el camino para entender nuevas formas de asumir el trabajo. La apuesta por alcanzar mejor calidad de vida, favoreciendo el tiempo libre para compartir con familia u obtener más espacios para el ocio y el entretenimiento exigen un cambio de mentalidad que sitúe a las personas en el centro de las prioridades. ¿Qué tan lejos estamos de asegurar bienestar integral para los trabajadores? Bastante.
Esta semana, el Grupo Hada pateó el tablero anunciando una semana laboral de 4 días. Sin duda una “movida histórica” que comporta beneficios, como la misma compañía señala, para la salud física y mental de su gente y núcleos familiares, en el propósito de “crear comunidades más conectadas, resilientes y unidas”. Lo lograrán, porque en el trasfondo de todo aparece un objetivo estimulante, al que nadie nunca debería renunciar: el de “ser siempre mejores seres humanos”. Bien por ellos. Son un caso de éxito que merece ser replicado.
¿Qué lleva a una empresa como Hada Internacional a reorganizar su jornada laboral dedicando cuatro días al trabajo y tres al descanso de su personal, sin bajar salarios ni renunciar a sus elevados índices de productividad que le permiten exportar –a 22 países– cerca del 80 % de las 3 mil toneladas de jabones que fabrican mensualmente en su planta de la zona franca Las Cayenas, en Barranquilla?
Lo primero, confianza en su revolucionario concepto de “filosofía para el éxito”, con el que buscan generar valor para los distintos eslabones que conforman su cadena logística. Lo segundo, una operación altamente eficiente, rentable y organizada que les ha facilitado desmontar la revaluada noción de trabajar más horas para producir más. Experiencias internacionales han demostrado que el incremento en el bienestar de los empleados aumenta, en casi todos los casos, su rendimiento.
El salario emocional, reconocido por fortalecer el vínculo entre trabajadores y empresas, además de retener talento disminuyendo la tasa de rotación, es una muestra de ello. Hay que tomar atenta nota.
Es justo reconocer, sin embargo, que no todas las compañías están en capacidad de implementar prácticas laborales flexibles, invertir en modernas tecnologías o poner en marcha procesos creativos e innovadores para reducir sus jornadas laborales, en especial tras el duro impacto económico ocasionado por la pandemia. En España se destinaron 50 millones de euros de los fondos europeos para incentivar a las empresas a dar el paso. ¿Es posible hacerlo en Colombia?
Quienes se oponen a disminuir la jornada, entre ellos los gremios, estiman que afectará la productividad y el empleo. Ni uno ni lo otro ha ocurrido en países donde se han probado iniciativas en este sentido. Sin embargo, sus inquietudes frente a posibles descensos en la producción, pérdida de competitividad, contratación de más personal y, en suma, un aumento en los costos laborales para las empresas, resultan válidas en un debate público que, eso sí, no tiene vuelta atrás, luego de la sanción, el año pasado, de la ley sobre reducción gradual de la jornada laboral, de 48 a 42 semanas, entre 2023 y 2026.
Colombia llega tarde a la imprescindible reducción horaria. Y conviene que las empresas puedan implementarla por sus propios medios, como el Grupo Hada. Primero porque somos, de lejos, el país de la Ocde donde más se trabaja (48 horas vs. 40 de promedio en el resto) sin que seamos el más productivo ni el de los ingresos más elevados. Y segundo, porque urge acabar con el freno estructural que nuestro sistema laboral ha impuesto a la conciliación de la vida laboral y familiar de los trabajadores, a la búsqueda de su bienestar emocional y equidad, e incluso a la reducción de su impacto medioambiental.
Es hora de que empleados y empleadores se pongan de acuerdo para mejorar la satisfacción en el trabajo, que no puede ser visto, como dice la popular canción, como un castigo, debido a que las condiciones no permiten que las personas se sientan a gusto. No todo es dinero. Mantener a los trabajadores leales y felices también es cultura organizacional.