Puerto Colombia, otrora epicentro turístico del Gran Caribe, sueña con volver a ser uno de los destinos más visitados del país. Por fortuna, en los últimos meses se han dado pasos importantes para materializar este objetivo impostergable durante más tiempo. Uno de ellos es la construcción de 200 metros de un nuevo muelle, en el mismo punto donde se encontraba la histórica infraestructura que llegó a ser considerada la terminal marítima con más relevancia del siglo XIX del territorio nacional, así como el segundo muelle más largo del mundo.
Indiscutiblemente, la obra del ingeniero cubano Francisco Javier Cisneros cambió para siempre nuestra historia al insertarnos en la modernidad. No solo fue un enclave privilegiado de intercambio comercial y económico que nos conectó con el resto del mundo, también ambientó un extraordinario encuentro de civilizaciones gracias al arribo de miles de familias procedentes de países de Europa y Asia, entre otras latitudes, que encontraron entre nosotros su hogar, tras haberlo perdido casi todo como consecuencia de las nefastas guerras.
Esta migración sin precedentes aceleró el desarrollo portuario, económico e industrial de Barranquilla y del resto del Atlántico, enriqueciendo como nunca antes su diversidad cultural, mientras catapultaba los niveles de progreso y bienestar del departamento, en especial durante la primera mitad del siglo XX. En aras de lo que podríamos llamar una necesaria ‘justicia histórica’, nuestra sociedad está en mora de reconocerle al muelle de Puerto Colombia, así como al río Magdalena, su colosal aporte a la cimentación de las formas de vida, valores, creencias y tradiciones que definieron nuestra identidad multicultural.
Puerto, volviendo a los orígenes turísticos que marcaron su rumbo hace más de un siglo, también exhibe con orgullo una nueva Plaza Principal. Bonita sí que quedó. Ambiciosa apuesta para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, que cuentan ahora con un espacio público vital totalmente renovado, mientras se convierte en otro significativo atractivo para atraer visitantes en cualquier época del año.
Es clave que tanto el muelle como la plaza se encuentren conectados al Malecón del Mar. Un paseo imperdible de cara al mar Caribe que albergará el Centro Gastronómico Internacional, el Mercado de la Sazón y de las Artesanías del Atlántico, obras que se ejecutarán en los próximos meses para rendir homenaje a nuestra sociedad rica en sabores ancestrales que nos unen. Porque aquí sentimos igual de cercanos y, si cabe, nuestros, tanto a la arepa de huevo como al quipe.
Paseo a Puerto sin baño en el mar no está completo. Al término de 2022, las playas del Country y de Sabanilla II estarán ordenadas con accesos controlados, casetas de comida organizadas y equipamientos que garanticen su funcionamiento recreativo y técnico. Visitar las playas tiene que ser una experiencia inolvidable, no una sucesión de dificultades. Caseteros vinculados al plan lo reconocen así y son los primeros en capacitarse para fortalecer su oferta, ser competitivos y obtener más ingresos. En ello han puesto sus esperanzas.
Miles de millones de pesos invierten la Nación, la Gobernación del Atlántico y la alcaldía del municipio en el ‘nuevo’ Puerto, el que anhela retomar el progreso de antaño. Se lo merece. La suma de esfuerzos apuntala este objetivo que no debe olvidar, sin embargo, a las familias en extrema pobreza que se hacinan en las invasiones de Bellavista, también conocida como Villa Caracas, la falta de empleo de sus jóvenes, la insatisfacción por la deficiente prestación de servicios públicos de los porteños, como agua y energía, ni su malestar por recurrentes problemas de conectividad vial, algunos de ellos relacionados con los elevados peajes.
Aún con sus retos pendientes, Puerto tiene enormes potencialidades para ser una de las joyas de la corona del Caribe colombiano. Con liderazgo, visión estratégica, compromiso institucional y, sobre todo, cultura ciudadana, cuidado y esmero de sus propios habitantes puede dar, en poco tiempo, el salto a las grandes ligas del turismo. Es el momento de continuar impulsando sus valores para que sea capaz de adaptarse a los nuevos tiempos, sin perder un ápice de la grandeza que lo encumbró en la historia de Colombia.