El cuarto pico de la pandemia empieza a ser superado. Si la subvariante AB2, de la altamente transmisible ómicron –dominante en la totalidad del territorio nacional- no desencadena un inesperado rebrote de contagios, se confirmará la tendencia, hasta ahora observada, de una consistente reducción en el número de casos por fecha de inicio de síntomas. Esta disminución de la positividad, que se espera se consolide de acuerdo con el comportamiento asincrónico del brote en las distintas regiones, permitirá dar pasos realmente importantes para avanzar de manera gradual hacia una nueva normalidad poscovid.
¿Colombia levantará restricciones o eliminará el uso del tapaboca como sucede en países de Europa, donde tras alcanzar la estabilidad luego de la última ola masiva por ómicron, consideran que se transita hacia una fase endémica? Aún es prematuro saberlo. Lo que sí resulta evidente es que a esta altura de la peor crisis sanitaria de la que tengamos memoria, el descenso de las infecciones, la reducción de los decesos o la disminución de ocupación de camas uci y hospitalizaciones nos concede la indulgencia de aferrarnos a una confianza razonable, guardando prudencia y responsabilidad, frente al panorama que luce más despejado y menos incierto, al compararlo con el que se abría ante nosotros hace dos años en el comienzo de esta descomunal e inédita emergencia que desató reacciones irracionales y hasta egoístas.
Ahora bien, revisando la persistencia de esta compleja situación, sí hay algo que no cambia. No podría ser de otra manera. Como ocurrió en los borrosos primeros días de la pandemia en Colombia, toda muerte duele. Pero, sin temor a equívocos, bajo las actuales circunstancias cada fallecimiento aflige aún más. Porque buena parte de ellos corresponde a personas que por diferentes motivos nunca se inmunizaron, no terminaron sus esquemas ni recibieron refuerzos. Nadie debería consentirlo, en especial los jóvenes, menores de edad y adultos mayores. La evidencia científica no deja dudas sobre la eficacia, seguridad y necesidad de las vacunas. No solo es un asunto de confianza, sino de realidad, o mejor de vida o muerte.
Casi un año después del arranque de la campaña de vacunación en Colombia, que se estrenó con la enfermera Verónica Machado en Sincelejo, este exitoso proceso –todo un hito de la ciencia y del sistema de salud de nuestro país– ha marcado diferencia entre quienes, pese a su avanzada edad o crítica condición de salud, han resistido el embate del virus con sus desafiantes linajes, cepas o variantes. El valor del esfuerzo realizado por los profesionales de la salud, en particular del inagotable personal de los centros de vacunación, merece absoluto reconocimiento y gratitud. ¡Son héroes por siempre! Entristece saber que muchos de ellos no reciben la justa compensación económica a la que tienen derecho.
El indiscutible liderazgo del ministro de Salud, Fernando Ruiz, y de su equipo movilizó, como nunca antes en nuestra historia, tal magnitud de recursos para cumplir el claro mandato de vacunar, sin excepción, a los habitantes de Colombia. También es cierto que nunca antes la salud de las personas había estado bajo una amenaza tan descomunal. El avance es sustancial, pero no suficiente. Las más de 74 millones 290 mil dosis administradas, desde el miércoles 17 de febrero de 2021, han asegurado una cobertura de 80,3 % con primeras y únicas dosis entre los mayores de 3 años, de 63,7 % con esquema completo –en cerca de 32 millones 600 mil personas- y de 20,6 % con dosis de refuerzo, el mayor reto pendiente. Se debe insistir en que nadie estará seguro hasta que todos lo estemos, por lo que se precisa de aumentar la protección de los grupos rezagados, entre ellos los migrantes, embarazadas o menores de 35 años. Urge información oportuna y confiable para demostrarles las bondades de la vacuna.
Al término de este primer año de la vacunación, los barranquilleros podemos felicitarnos por el extraordinario compromiso asumido para preservar la salud y recuperar la actividad económica. Con más de 87 % de esquemas completos en su población mayor de 3 años: 1.092.881 personas, a corte del 11 de febrero, la ciudad lidera el balance nacional. Pero cuidado con bajar la guardia en términos de los refuerzos. La tarea se debe concluir. Así que mantengamos el aliento, pese a lo prologando de la crisis, la desinformación que lo distorsiona todo o la manipulación política que de manera irresponsable intenta desacreditar los avances. La salida de la pandemia está cerca. Que a nadie se le ocurra tirar la toalla.