Barranquilla y los municipios de su área metropolitana no pueden postergar por más tiempo la implementación de un sistema de transporte público, integrado y moderno, que ofrezca el mejor servicio posible a sus usuarios, en condiciones de calidad, oportunidad y seguridad. Es necesario reconocer que, pese a los esfuerzos de las 24 empresas de buses que –con enormes desafíos– operan las 90 rutas en esta área de influencia, los ciudadanos no encuentran todas las prestaciones demandadas en términos de movilidad eficiente, accesible y sostenible.
El anuncio del Área Metropolitana de Barranquilla (AMB) de poner en marcha, en el segundo semestre de este año, el Sistema Inteligente de Recaudo, Control de Flota, Información y Comunicaciones, SIBUS, es un paso importante para superar el actual retraso. El proyecto, en fase de alistamiento de la flota, representa una solución tecnológica que nos insertará en las grandes redes de transporte urbano del mundo, pero sobre todo evitará que sus 700 mil usuarios, en su gran mayoría trabajadores y estudiantes, tengan que seguir pagando dos o más pasajes para cambiar de ruta, antes de alcanzar sus destinos finales. ¡Insufrible hueco en el bolsillo de la gente!
La primera clave de la ambiciosa iniciativa, tanto en plazos como en objetivos, radica en la progresiva integración tecnológica del transporte público colectivo (TPC), actualmente en marcha con más o menos compresibles desacuerdos. Las empresas de buses, que conforman los distintos operadores, no pueden continuar funcionando, como bien reconoce el AMB “de manera desarticulada”. Parece razonable que si no son capaces de estructurar una relación cercana, bajo criterios técnicos, operativos, administrativos y de seguridad, les va a costar mucho más hacerle frente al reto de seleccionar a un operador tecnológico idóneo que responda por el soporte y mantenimiento del SIBUS. Responsabilidad que recae exclusivamente en ellos, de acuerdo con lo establecido en la resolución metropolitana reglamentaria.
Justamente, esa es la segunda clave de un proceso indispensable que transformará la manera de transportamos en Barranquilla y municipios vecinos. La escogencia de un buen operador de recaudo, que esté al nivel de tan relevante proyecto en el que se invierten más de $25 mil millones, será garantía de su correcta materialización y, en especial, de su sostenibilidad a futuro. Conviene evaluar en detalle experiencias fallidas que han puesto en jaque la viabilidad de sistemas de transporte en otras ciudades.
Resueltas algunas diferencias acerca de cómo será la selección, las empresas del TPC tienen ahora el compromiso de avanzar en la ejecución del nuevo modelo de servicio que plantea, en una siguiente etapa, la unificación de la forma de pago con Transmetro, a través de una sola tarjeta, para garantizar la indispensable interoperabilidad del sistema.
En otras palabras, los transbordos sin mayores costos adicionales para los usuarios o los beneficios de subsidios en tarifas para población diferencial requerirán, invariablemente, el uso y la reglamentación de un sistema de recaudo centralizado con medios electrónicos de pago y registro de viajes en el sistema. Determinantes ventajas para respaldar el desarrollo, pero no las únicas. Eliminar el efectivo en el pago mejoraría la seguridad vial, al concentrar la actividad del chofer únicamente en la conducción del vehículo, y dos, minimizaría eventuales riesgos de robo del producido diario. Además, los buses en circulación, que contarán con wifi gratuito, podrán ser monitoreados por los usuarios para verificar frecuencias y horarios.
El transporte público de Barranquilla y su área metropolitana tiene que evolucionar para dejar atrás, de una vez por todas, el menor vestigio de las aciagas épocas de la implacable guerra del centavo. La transformación del sistema –soportado en tecnología inteligente, como ocurre en el resto de las capitales del mundo– debe conducir a integrar sus formas de pago y a obtener eficiencia en el recaudo, para incentivar su uso y aumentar el número de pasajeros, en aras de la sostenibilidad ambiental. La seguridad también es un asunto clave para que más personas se bajen del carro y se suban al bus. Esta es, sin duda, una prueba de fuego que podría darle una renovada vida a nuestro transporte público urbano, un servicio esencial que debe propender por un óptimo funcionamiento, ajustando lo que haga falta.