El potencial de vientos de las aguas marinas del Atlántico, superior al registrado frente a las costas de La Guajira, hace de esta área del Caribe colombiano la más propicia para instalar el primer parque de energía eólica marina del país, que será también pionero en América Latina. Es una noticia excelente que el Distrito de Barranquilla, con el respaldo del Ministerio de Minas y Energía, firmara un memorando de entendimiento con el Fondo de Nuevos Mercados de Infraestructura de Copenhague para desarrollar este ambicioso megaproyecto que, como señaló el alcalde Jaime Pumarejo, constituirá un “nuevo hito” en la historia de la ciudad, así como en el imprescindible camino de la transición energética.

La eólica, una de las más importantes fuentes renovables no convencionales de energía, es una clara apuesta de futuro para diversificar la matriz energética nacional, que otorga absoluto protagonismo a la región Caribe, donde actualmente funcionan dos parques de este tipo, en tierra, Jepírachi y Guajira I, ambos en ese departamento. La industria eólica off shore o costa afuera, en la que Barranquilla asume el liderazgo con el anuncio de la estructuración del piloto en los próximos meses, eleva el nivel de esa apuesta por la generación de energías limpias, acercándonos a un modelo de crecimiento económico realmente sostenible.

Más allá de sus incuestionables beneficios en la protección del ambiente, al producir cero emisiones contaminantes las cifras alrededor del sector de la energía eólica marina son alucinantes. De aquí a 2050, las inversiones podrían superar los 27 mil millones de dólares, gracias al enorme potencial de generación eléctrica del país de unos “50GW (gigavatios) con proyectos costa afuera, lo que casi triplica la capacidad instalada actual de todo el territorio nacional, que es de 17,7 GW”. Esta razonable proyección del ministro de Minas y Energía, Diego Mesa, quien acompañó, en Houston, Texas, la firma del documento ampliará –de llegar a concretarse– la oferta energética de Barranquilla y, de paso, la del resto de Colombia, profundizando su transformación energética.

El parque eólico marino, a materializarse en la capital del Atlántico en 2027, estaría en capacidad de generar 350MW (megavatios) –con opciones de crecer hasta 500 MW– y en él se invertiría la nada despreciable cifra de 1.000 millones de dólares durante los próximos años. Si se tiene en cuenta que la demanda de energía de Barranquilla es de 650 MW, garantizada por las actuales fuentes, las posibilidades que abre el megaproyecto son considerables. El alcance de los compromisos adquiridos por las partes, Distrito y socios internacionales que asumirían el 100 % de la inversión, sugieren que no se trata de una iniciativa inalcanzable o irrealizable, sino ciertamente viable.

Tras la firma del memorando de entendimiento, el viento sopla, no solo a favor, sino con más fuerza. Por un lado, el Ministerio de Minas y la Unidad de Planeación Minero Energética (Upme) darán a conocer en los próximos días el documento final con la normatividad de los proyectos eólicos costa afuera, mientras la Dirección General Marítima (Dimar) trabaja en la asignación de las áreas donde estarán ubicados, teniendo en cuenta las mayores corrientes de aire. Por el otro, la hoja de ruta del Distrito establece al menos dos años para la primera fase del proyecto, antes de iniciar la etapa constructiva, durante la que se determinará, además, la interconexión al sistema nacional, un asunto esencial para lograr beneficios.

Sin duda, Barranquilla continúa dando pasos significativos en materia de transición energética. El parque eólico marino es la nueva punta de lanza de un proceso que también contempla la instalación de paneles solares en las cubiertas de edificios públicos, que arrancará en la Escuela Normal Superior La Hacienda, e irá escalando hasta asegurar producción de energía solar para el alumbrado público y su venta al Sistema Interconectado Nacional (SIN), y no se descarta participar activamente en la Ruta del Hidrógeno, en la que Promigas toma la delantera.

Además de la progresiva descarbonización de la economía para contener el nocivo aumento de la temperatura, meta global para 2050, en nuestro caso los proyectos de energías limpias nos aproximan a un escenario de soberanía o independencia energética al que debemos llegar en el mediano plazo para liberarnos del histórico lastre de pagar la energía más cara del país.