La definición de las fórmulas vicepresidenciales, luego de la escogencia del médico huilense y ex alcalde de Neiva, Rodrigo Lara Sánchez, para acompañar la aspiración del candidato Federico Gutiérrez, cierra otra etapa crucial en el proceso de sucesión de Iván Duque, que tendrá el 29 de mayo una prueba de fuego trascendental. Ahora sí, las cartas están destapadas y se da inicio al final de la partida, en una inédita contienda que se anticipa extenuante. Conviene considerar cada paso.

Por lo pronto, destacable, sin ninguna duda, la inclusión de tres afrocolombianos, la líder social Francia Márquez, el ex ministro de Ambiente Luis Gilberto Murillo y la académica Marelen Castillo, en las duplas más determinantes de la contienda electoral. Justo reconocimiento a la diversidad territorial y étnica de un país en el que 4,6 millones de personas se identifican afro, raizal o palanquero, de los que la mitad son pobres. No es tolerable que el racismo, la discriminación o la exclusión a las que se les somete sigan lastrando a esta comunidad, cuando todos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos.

Hace dos semanas, como se esperaba, los resultados de las consultas interpartidistas habían empezado a despejar el panorama de la carrera presidencial, tras el triunfo de Gustavo Petro en el Pacto Histórico, el del mismo Gutiérrez en Equipo por Colombia y el de Sergio Fajardo en la Centro Esperanza, alianza que obtuvo la votación más discreta de las tres, como consecuencia –al parecer– de sus agrias disputas internas. Valiosa lección a tener en cuenta en lo que queda de esta elección en curso, en la que se debe insistir en que nada aún está cantado. Cualquier paso en falso, a estas alturas, sería realmente difícil de superar para un electorado que anhela encontrar estabilidad en medio de las muchas crisis que nos agobian como nación. ¡Que no se olvide!

Como no hay tiempo que perder, se da como un hecho que a partir de esta semana las diferentes campañas barajarán, otra vez, sus opciones, alianzas y estrategias con miras a cerrar acuerdos programáticos para obtener los respaldos políticos e ideológicos necesarios que les permitan a sus candidatos sumar nuevos votos. Con ellos es que se ganan los comicios: ¡No existe fórmula distinta! Es evidente que las adhesiones de los partidos tradicionales o estructuras políticas son importantes en una contienda electoral tan intensa. En este sentido, será clave conocer en los próximos días la posición final del Liberalismo, el Centro Democrático y Cambio Radical, como colectividades, pese a que algunos de sus miembros ya han expresado públicamente su apoyo a un determinado aspirante.

Sin embargo, en un escenario de elevada volatilidad política como el nuestro, en el que se estima que el voto de opinión, por razones emocionales o racionales, dominará en las urnas durante la primera vuelta, los candidatos deberán concentrar sus esfuerzos en ampliar su base electoral, convenciendo a los millones de indecisos, o incluso a los electores más independientes, de que su programa de gobierno representa la mejor opción. No será fácil lograrlo porque muchos de ellos se declaran hastiados de los discursos de odio, descalificaciones personales u otros ataques extremistas, por no decir ruines, que se han lanzado los candidatos en los debates. Lamentable espectáculo que desvirtúa el adecuado ejercicio de la política y distancia aún más a la ciudadanía de su dirigencia, aumentando de paso la tensión electoral.

Es momento de que los candidatos le pongan freno al desafortunado protagonismo que han adquirido esos comportamientos inaceptables para centrarse en propuestas coherentes o realizables sobre el país que dicen representar o el que aspiran a construir para mejorar la calidad de vida de todos los colombianos. No basta con venderse como la única opción de cambio real. Con talante democrático, pluralista y diverso, vocación regional y absoluta transparencia deben asumir compromisos viables para sacar adelante a Colombia, sin caer en mezquindades electoreras, iniciativas populistas o retóricas facilonas, subestimando la inteligencia de los electores. Cuidado con los errores de diagnóstico, no todas las ofertas de cambios radicales son garantía de éxito. Las palabras bonitas se las lleva el viento, los electores demandan realidades de futuro posible. El clima político no está para aventuras ni para agregar más incertidumbre.