Con el paso de los días, la hoja de ruta para transitar de la fase aguda de la pandemia, en la que todavía nos encontramos, a la gestión de la enfermedad como otro virus respiratorio empieza a dibujarse de manera clara. ¿De qué dependerá la evolución más favorable? Claramente de que no aparezca una variante transmisible, como sucedió con ómicron, y de que se asegure una elevada cobertura vacunal. Superar los rezagos en los diferentes grupos poblacionales, como el de los niños que en su gran mayoría no han recibido las segundas dosis, marca el camino a seguir.

En las actuales circunstancias, y en atención a la tendencia a la baja en el número de casos, fallecidos y en la ocupación hospitalaria, es posible afirmar que dos años después de su irrupción la pandemia está por fin controlada. Aunque la positividad aparezca hoy por debajo del 2 %, esto tampoco significa que la covid-19 sea cosa del pasado ni que haya desaparecido por completo. Por prevención debemos permanecer vigilantes, acatando medidas básicas de protección, sobre todo en espacios cerrados, ahora que millones empiezan a movilizarse con motivo de la Semana Santa. Es de sentido común, al no ser descartable que el virus continúe mutando y dando origen a subvariantes sigilosas del ómicron.

Pese a que cada territorio deberá evaluar su estado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima –frente al futuro global de la pandemia– que lo más probable es que el virus siga evolucionando, pero que la gravedad de la enfermedad se reduzca con el tiempo, en la medida en que aumente la inmunidad, gracias a la vacunación y a la infección misma. Es lo que la comunidad científica llama inmunidad híbrida: una condición adquirida por quienes tras enfermar, recuperarse y vacunarse desarrollaron anticuerpos que los hicieron más resistentes al contagio de las nuevas variantes, desde delta hasta ómicron.

Generar capital de protección mediante la vacunación heteróloga, es decir con biológicos distintos, continúa siendo fundamental aún por tiempo indefinido. No solo porque vacunarse, terminar esquemas o recibir los refuerzos necesarios abre un compás de prometedora espera para ponerle punto final a la pandemia, sino porque es la mejor forma de estar preparados para enfrentar eventuales nuevos repuntes. En tal sentido, no está de más señalar que se encuentra habilitada la administración de refuerzos para los menores de 12 a 17 años, mientras que en los próximos días se avalaría un segundo refuerzo para adultos mayores, como el que fue autorizado para pacientes inmunosuprimidos y trasplantados.

Clave saber que a partir de la próxima semana empezará la fase de cierre masivo del Plan Nacional de Vacunación. Esto no supone que la inmunización terminó, sino que el operativo se integrará al programa regular. Lo cierto es que la misma evolución del virus determinará si serán necesarios refuerzos cíclicos anuales, una vez decaiga la inmunidad, por ejemplo. Además, con vacunas combinadas, de covid-19 e influenza, en una sola aplicación, en las que ya trabajan laboratorios farmacéuticos para minimizar el impacto de las enfermedades respiratorias.

En tanto, la evidencia científica nos reitera cuáles son las acciones más efectivas para dar pasos seguros en la normalización de la vida social y económica. En el listado, bastante familiar porque es el manual que hemos seguido hasta ahora, aparecen conservar la vigilancia epidemiológica, realizar pruebas, aumentar los índices de vacunación, guardar medidas de salud pública y ofrecer atención clínica oportuna para los pacientes del virus.

Tras el Carnaval, no llegó un repunte de contagios. Buena señal. En todo caso, conviene estar atentos y no debería instalarse sin más la percepción social de que la pandemia acabó. Eso llegará sin duda, pero aún toca insistir en mejorar las tasas de vacunación. Es la gran asignatura pendiente, el salto que han dado muchos otros países donde la covid se encara ya con una estrategia diferente. Ser responsables en el último esfuerzo para terminar la tarea con la satisfacción del deber cumplido. Aún no es hora de echar campanas al viento.