Sí, las deudas no dan espera, pero la necesidad de la gente no puede ser aprovechada por los mal llamados ‘pagadiario’, ‘cobradiario’ o ‘gota a gota’ para exigir sumas impagables de intereses por pequeñas cantidades de dinero, y mucho menos para amedrentar, atacar o acabar con la vida de quienes no encuentran otra salida más que esta modalidad para resolver su día a día, sin mencionar las graves consecuencias en la economía del país que generan este tipo de préstamos.
Muchos son los casos que se presentan mensualmente en Colombia, el Gobierno nacional calcula alrededor de 10 millones de personas que recurren a esta modalidad, donde los dueños de este ‘negocio’ en incontables ocasiones deciden tomar represalias contra aquellos que se ‘cuelgan’ en las cuotas o que por una u otra razón definitivamente no pueden solventarlas.
En estos casos no vale amistad o parentesco, lo que importa es que se pague el dinero y el acumulado, como fue el más reciente caso que sucedió esta Semana Santa en el barrio La Pradera, donde un vecino decidió atacar con arma blanca a otro por una suma adeudada. ¡Cuánta intolerancia!
Tristemente, este no es el único caso que se ha presenciado en la región, pues este flagelo no solo ha azotado el día a día de miles de personas, sino que se ha extendido al punto de convertirse casi que en una mafia que ha llegado a enfrentar en varias ocasiones a los diferentes grupos de ‘pagadiario’ por el control del monopolio de los clientes en sus territorios.
Y es que la violencia que media en este millonario negocio es, sobre todo, un fenómeno social que impacta de manera clandestina la seguridad y que además tiene su ascendencia en los años 80 y 90 en los carteles del narcotráfico en Medellín y Cali, que, según registros, fueron de los primeros en sentar las conocidas, en ese entonces, como ‘oficinas de cobro’ como un sistema de préstamos para quienes no tenían dinero para adquirir cocaína y enviarla al exterior.
Sin embargo, con la captura de los grandes capos de la época, sus segundos o terceros quedaron a cargo del sistema de cobranza y ampliaron el negocio de préstamos a personas no relacionadas con el narcotráfico. En la región, se ha ligado a la llegada de las autodefensas en el año 2000, y recientemente un informe de la Policía Metropolitana de Barranquilla indica que los barrios del suroccidente, suroriente y Centro han sido los más afectados por este flagelo.
En medio siempre ha estado la gente: el pequeño empresario que requiere sacar adelante su negocio, una madre o padre de familia que no tiene cómo solventar una comida para sus hijos o un ciudadano que requiere pagar otras deudas adquiriendo una mayor.
Por ello, aunque se han anunciado múltiples estrategias para acabar con la propagación de los ‘pagadiario’, cabe instar a los diferentes entes de control a seguir propendiendo por la erradicación de esta modalidad de consecución de dinero, que definitivamente representa más una sentencia para quienes deciden acudir a ella, que un alivio o solución para sus bolsillos.
También se deben generar opciones para la gente que, por cuenta de la alta informalidad en la economía, no pueden acudir a préstamos formales en entidades bancarias que les garanticen mejores condiciones.
Esto se ve reflejado en tan solo un 35 % de personas con acceso a productos crediticios en todo el país, según informó la Banca de Oportunidades, una cifra todavía lejos de la inclusión financiera que busca Colombia, y cuya brecha, al irse cerrando, permitirá también desarrollar pedagogía alrededor del uso del dinero, lo cual a futuro no solo ayudará y empoderará a las personas a tomar mejores decisiones en la economía de sus hogares, sino que les brindará, sobre todo, la seguridad de estar arropados bajo un sistema financiero.