Ya es una realidad que un niño pueda sonreír sin que su gesto se esconda detrás de un tapabocas. También que su compañero reaccione a su expresión a carcajadas y que juntos disfruten y se desarrollen en medio de esa dinámica que solo la interacción entre seres humanos permite, pero que el covid-19 le arrebató a millones de familias alrededor del mundo desde 2020.

Lo mismo para los adultos, que a partir de ayer pudieron reconocer de nuevo a sus amigos en los supermercados, recibir un amable gesto de un cajero, o simplemente disfrutar la cara de los abuelos sin temor a que un abrazo o un estornudo pusieran en riesgo de enfermar o incluso morir a sus seres queridos.

Sin embargo, llegar a este punto no ha sido fácil. Que hoy se pueda retirar el tapabocas en la mayoría de espacios ha sido un camino arduo y cimentado que involucra a diferentes entes, principalmente a las autoridades distritales, departamentales y nacionales, que han aunado fuerzas para que el ciudadano de a pie sienta que, con un 88,7% de cobertura con esquemas de vacunación completos y 43,7 % en dosis de refuerzo, en el caso de Barranquilla, es seguro retirar este elemento, que además jugó un papel determinante en los distintos momentos de la pandemia en la ciudad y el mundo.

En Atlántico –Usiacurí, Suan, Piojó, Santa Lucía y Puerto Colombia– los ciudadanos pudieron disfrutar del retiro de la medida.

Algunos optaron por usarlo, otros salieron felices sin él, pero, eso sí, todos pudieron elegir cómo hacer su transición hacia una nueva etapa de la pandemia, que no por segmentar el uso del tapabocas deja de requerir medidas de protección y autocuidado para prevenir nuevos rebrotes. Esto sería bajar la guardia y es lo que no nos podemos permitir.

Seguimos teniendo poblaciones vulnerables que debemos proteger, como lo señaló el mismo Ministerio de Salud: personas con comorbilidades, cuadros respiratorios, no vacunadas, recién nacidos y adultos mayores con comorbilidades.

Por lo anterior, se deben tener cuidadosamente en cuenta las recomendaciones entregadas por la cartera de salud, a sabiendas, de ahora en adelante, de que dependen en gran medida del control ciudadano, de que cada persona, por decisión propia y luego del sinnúmero de aprendizajes que dejó la pandemia, comprenda que tiene una responsabilidad sobre su propia salud y la del prójimo.

Entre estas se encuentra la asistencia a la vacunación para que más ciudades y municipios puedan sumarse a la implementación del retiro del tapabocas; en instituciones educativas, no asistir si se presentan síntomas respiratorios y, por último, evitar aglomeraciones a la entrada y la salida de los centros estudiantiles.