¿Habría que preocuparse por el repunte de contagios de covid en más de un centenar de países, incluido el nuestro, debido a la propagación de las subvariantes BA.4 y BA.5 de ómicron? Cuando se valoran en detalle algunos de los datos más recientes de la pandemia, como los 100 mil nuevos casos reportados en Italia o los más de 200 mil en Francia, durante las últimas 24 horas, habría razones de peso para inquietarse. Estos registros al alza, sumados al aumento de la presión hospitalaria por una creciente ocupación de unidades de cuidados intensivos en España o la falta de personal sanitario en Alemania, que debió incapacitarse por resultar infectado en esta “ola veraniega”, son claros indicativos de que la enfermedad continúa siendo una importante amenaza para la salud pública en el mundo.
Más cerca, en el vecindario, Perú acaba de decretar el uso obligatorio del tapabocas, luego de superar el 5 % de positividad, índice mínimo prescrito por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para tener controlada una pandemia. Pese a que el actual brote, por el momento, no ha disparado los usos hospitalarios, las autoridades sanitarias de este país, considerado el de más elevada tasa de mortalidad a nivel global, no quieren correr riesgos. Hacen bien. No está claro aún si las nuevas mutaciones de ómicron son menos severas que otros linajes o empiezan a evadir el cerco inmunitario proporcionado por las vacunas, lo que sí está demostrado es que su alta capacidad de infección nos exige a todos volver a cuidados más asociados al sentido común que a cualquier otra cosa.
Retomar el uso del tapabocas en lugares cerrados, donde existan aglomeraciones, o si se está en contacto con adultos mayores y con quienes tengan comorbilidades, como anticipó a EL HERALDO el secretario de Salud distrital, Humberto Mendoza, es la primera recomendación formulada por el Ministerio de Salud, que ha venido analizando el escalonado aumento de casos desde hace más de un mes. Los reportes semanales entregados por la entidad, con cerca de 24 mil contagios en el último balance o 19 mil en el anterior, no alcanzan aún los alarmantes datos de otras naciones, pero el viceministro de Salud Pública, Germán Escobar, no oculta la inquietud que produce en la red epidemiológica nacional y en el sistema hospitalario el “aumento discreto de fallecidos”. Dicho de otra manera, la muerte de, al menos, 152 personas como consecuencia del virus, en las últimas dos semanas, ciertamente enciende alarmas.
En pleno pico de infecciones respiratorias, gripalizar la covid, como muchos insisten en hacer ahora justo cuando las nuevas subvariantes están tornándose agresivas, desconociendo el impacto que la infección podría tener entre los no vacunados, quienes no terminaron su esquema, en personas de edad avanzada o con enfermedades de base, es un error que podría pagarse caro. A esta altura, resulta impensable romper las interacciones sociales normalizadas por completo, pero una decisión coherente, además de voluntaria, frente al actual aumento de contagios, del que no escapa Barranquilla donde se contabilizan un promedio de casi 280 diarios, es extremar el autocuidado. La receta de siempre, a la que ya deberíamos estar habituados: uso del tapabocas, lavado de manos, aislarse si hay sospecha de contagio, acudir a los servicios de salud de manera oportuna y, claro, acceder a las dosis iniciales o a los refuerzos de vacunas.
Sin caer en alarmismos, a la espera de las decisiones de la OMS, cuyos expertos se reúnen esta semana y, especialmente, confiando en que los efectos de este nuevo brote sean lo menos lesivos para los grupos de riesgo, entre ellos el personal sanitario, dependerá de todos y de cada uno de nosotros seguir protegiéndonos y cuidando a los demás. En un futuro, la covid será una enfermedad respiratoria más, pero por lo pronto toca seguir lidiando con ella.