En los últimos dos meses, periodistas, reporteros gráficos y videógrafos de EL HERALDO se dieron a la tarea de recorrer buena parte de los 184 barrios que integran las cinco localidades de Barranquilla. El principal propósito de esta expedición era ofrecer la radiografía más actualizada de una ciudad que, más allá de los avances reconocidos por sus ciudadanos, todavía tiene considerables retos por delante si apuesta por convertirse, lo antes posible, en un territorio que reduce pobreza, garantiza equidad, salud y educación de calidad, servicios públicos eficientes y asequibles, una óptima red de transporte público, cobertura de conectividad digital, condiciones de seguridad urbana, además de posibilidades de desarrollo socioeconómico y crecimiento ambiental sostenible para sus habitantes. En particular, para los más frágiles, entre ellos los migrantes que requieren un trato diferencial para integrarse a la ciudad.

Al margen de sus particularidades históricas, contrastes sociales o problemáticas puntuales que las definen en sí mismas otorgándoles una identidad propia, estas concentraciones urbanas, algunas tan masivas como la Suroccidente, con sus 65 barrios, o la Norte-Centro Histórico, que tiene 40, comparten elementos afines que retratan la alegría, pujanza, originalidad o autenticidad de sus residentes, quienes además han demostrado tener una extraordinaria capacidad de sobreponerse a la adversidad cada vez que esta ha tocado a su puerta, como ocurrió en los momentos más críticos de la actual pandemia.

Otro punto en común de las localidades de Barranquilla, vinculado más con la transformación de sus distintos sectores, son los procesos de renovación urbana a los que han sido sometidas en diferentes momentos durante la última década. Casi todos, centrados en el fortalecimiento, expansión o mejoramiento de su espacio público. Este es, sin duda alguna, el hilo conductor que mejor define a la Barranquilla de 2022 que intentamos tejer a partir de los testimonios de sus líderes sociales o comunitarios, gestores culturales y residentes, muchos de ellos con una historia de más de medio siglo en estas zonas y otros apenas recién llegados, pero no menos inquietos o críticos, como debe ser, frente a la falta de mínimos que les convaliden niveles de vida digna para ellos, sus familias y vecinos.

En líneas generales, la intervención urbana de las localidades, impronta de las recientes administraciones distritales, es valorada de forma positiva por los ciudadanos que reconocen avances en su entorno y, de paso, en su bienestar. Los parques, tanto los nuevos como los renovados, son considerados ejes de progreso social que contribuyen al sano esparcimiento de las comunidades. En la Metropolitana o en la Suroriente el poder transformador del deporte se respira en sus canchas, zonas de juego o estadios que, eso sí, podrían mejorarse aún más. Escenarios como estos, al igual que escuelas, centros de formación, espacios culturales y servicios de salud, demandados con insistencia por los habitantes de los distintos sectores, siempre serán una apuesta segura cuando se trata de romper inercias o dejar atrás estereotipos delincuenciales que hunden a niños y jóvenes en las complejas trampas de la pobreza.

Pese a los esfuerzos en términos de infraestructura, canalización de arroyos o equipamientos urbanos, con los que se quiere saldar la deuda histórica contraída con poblaciones vulnerables de la localidad Suroccidente o del barrio Las Flores, de Riomar, por ejemplo, su inconformismo frente a asuntos como la seguridad, la oferta social, la renovación de la malla vial o la misma canalización indican que la tarea debe acelerarse. La recuperación de la Ciénaga de Mallorquín abre un tiempo de esperanza para una Barranquilla a la que, por demasiado tiempo, se le dio la espalda. La exitosa experiencia del Malecón del Río, otra zona abandonada a su suerte durante décadas y reconvertida hoy en uno de los destinos turísticos más visitados del país, demuestra que es posible apostar por una transformación urbana con vocación sostenible que cree condiciones útiles para ayudar a reducir las brechas socioeconómicas.

Barranquilla consolida su futuro, madurando paso a paso cada proceso, acudiendo al diálogo y a la búsqueda de consensos que lidera una ciudadanía mucho más empoderada y, sobre todo, dispuesta a ser veedora de las decisiones públicas e incluso de las privadas. Nadie como los mismos habitantes de las localidades tienen el diagnóstico más certero de su realidad, ese que podrán encontrar en nuestra web, www.elheraldo.co, donde habilitamos el micrositio ‘Las voces de las localidades de Barranquilla’, para que todos conozcan las cuestiones de fondo que destacan y demandan los habitantes de la ciudad en 2022.