El precio del acero en Colombia ha estado en la agenda de la discusión nacional tras los confinamientos obligados por la pandemia de covid-19.

Para diciembre del año pasado Camacol advertía un incremento acumulado del 42 % en los costos del hierro y el acero desde enero de 2020, cuando China, el mayor productor del planeta, ya padecía los embates de la pandemia.

El gremio de la construcción venía pidiendo al Gobierno la adopción de medidas para mitigar el impacto del fuerte incremento en el valor de los insumos para el sector advirtiendo que mermaría el lanzamiento de nuevos proyectos de vivienda, especialmente los de interés social, que en efecto, según el gremio, el volumen de estos fue en -8% inferior al registro de ventas.

Culminado el primer semestre de 2022 el panorama no mejoró para los materiales de construcción. El acero se mantuvo arriba y el Gobierno finalmente determinó con el Decreto 1132 del 30 de junio “excluir por 6 meses de la base gravable de liquidación de tributos aduaneros el componente de gastos de transporte y conexos, desde el lugar de entrega del acero en el exterior hasta los puertos en Colombia”.

Seis días después de decretada la medida, Camacol nuevamente pide al Ministerio de Comercio, a través de una carta, que se lleve la reducción arancelaria al 0 % “para mantener el dinamismo del sector y los resultados en materia de vivienda”.

Argumenta el gremio constructor que lo implementado hasta ahora por el Gobierno “tan sólo representaría, en el mejor de los casos, una reducción de 1,5 % sobre el precio final del producto”, lo que a su juicio no frenaría en mayor medida el aumento “desmesurado” del acero.

El Ministerio de Comercio ha respondido que con la apertura paulatina de las ciudades chinas los precios internacionales del material en cuestión han venido cayendo y que se espera que en los próximos meses se vea reflejado en los precios nacionales.

Más allá de la realidad internacional y sus efectos globales, la realidad en Colombia es que hay 250 mil unidades de vivienda en riesgo de ser entregadas a igual número de familias que comenzaron a pagar por su sueño de tener casa propia y podrían verlo frustrado. De hecho ya muchas se han tenido que resignar a que les devuelvan sus abonos, pues las constructoras no han logrado los cierres financieros al tener que notificar el incremento en los precios ofertados inicialmente.

El dólar sigue cuesta arriba y en la misma senda los precios de los productos y materiales importados que terminan impactando en la producción nacional. Ninguna medida pareciera surtir efecto para calmar la volatilidad del dólar, la presión inflacionaria y estabilizar la economía. Se requerirán ‘medidas de acero’ que resistan la amenaza global de una recesión.