Gustavo Petro da un golpe sobre la mesa para intentar reparar las fisuras que han empezado a alterar el equilibrio de su Gobierno de coalición. Busca fortalecer la cohesión y determinación que a su juicio, y en ello tiene razón el presidente, demanda sacar adelante su extensa agenda reformista. Necesita avanzar en lo que ha llamado “soluciones justas, estables y responsables, entre todos”. Apela, por tanto, al debate en la sociedad, al consenso en el Gobierno y a la construcción de propuestas en torno a un pacto social que mejore la vida de los ciudadanos. Dicho esto, anuncia que prescinde de uno de sus ministros estrella, el de Educación, Alejandro Gaviria, quien ha sido una de las voces más críticas de su controversial reforma a la salud.

Sin duda, el jefe de Estado es quien toma las decisiones. Eso no se cuestiona. Recibió en las urnas el mandato popular para hacerlo. Sin embargo, el tono desafiante que deja su mensaje del pasado lunes resulta ambiguo porque intenta abrir puertas cerrando otras. Con ahínco, insiste en que respeta la diversidad de opiniones, pero parecería que las que rebaten la validez de sus argumentos, de acuerdo con sus criterios o el de sus alfiles más cercanos, no son valoradas, respetadas ni tenidas en cuenta. Esto a tenor del contenido del proyecto de ley radicado a mediados de febrero en el Congreso. De modo que las apreciaciones formuladas por Gaviria, a partir de su consistente conocimiento y experiencia, se le habían vuelto difíciles de digerir. Tanto a él como a la ganadora de este pulso, la ministra Corcho, quien apareció a su lado en la alocución.

La determinación del mandatario de cortar por lo sano toda discrepancia en el interior del Ejecutivo deja fuera de juego la moderación en un asunto tan crucial y envía un claro mensaje a sus otros críticos: los ministros de Hacienda y Agricultura y al director del Departamento Nacional de Planeación, para que se mantengan quietos en primera. Con ello, la aventura de la deliberación sobre la reforma a la salud, al menos en este espacio, se acabó. No asombra que así sea. De ahora en adelante las turbulencias se sentirán con fuerza en el Congreso, donde la iniciativa afronta serias resistencias, incluso entre los partidos políticos afines al Gobierno. Como los conservadores que decidieron no respaldarla, tal y como está. Uno más que se aparta.

Intentando conjurar una derrota temprana por la falta de viabilidad política de su proyecto, hábilmente, el presidente da su brazo a torcer aceptando, siquiera, que sectores de su coalición propongan cambios o mejoras al articulado para ser discutidos, eso sí, sin tocar sus líneas rojas sobre atención primaria, sistema preventivo de salud o eliminación de la integración vertical. De telón de fondo de las inacabables controversias, el impacto fiscal del nuevo modelo o las muchas falsedades, otros las llamarían mentiras políticas, que han circulado alrededor de una iniciativa que ha perdido confianza y credibilidad. Que no se les haga tarde a quienes las han promovido, para salirse de la trampa del engaño. Sin fundamentos sólidos ni veracidad hasta los propósitos que buscan el bien común corren el riesgo de naufragar por carecer de rumbo. Es hora de que se inicie el debate de las realidades que debe prevalecer por encima de cualquier sectarismo.

Si el retiro de Alejandro Gaviria sacudió el tablero, la salida de las ministras de Cultura, Patricia Ariza, y de Deporte, María Isabel Urrutia, no sorprendió. Más allá de su indiscutible valía como referentes de sus sectores, su discreta gestión contrastaba con la de algunos de sus colegas. La polémica corre por cuenta de la forma cómo esta se produjo. Desconcierta que fueran notificadas, según la versión que entregan, apenas unos minutos antes de la alocución. Fuera de las razones que llevaron al jefe de Estado a prescindir de ellas y sin cuestionar sus facultades para hacerlo, el escenario fue impropio. En el fondo de la cuestión, nobleza obliga. ¿Ausencia de política adulta? Presidente Petro, que no les falte la voluntad de ser y hacer las cosas de la manera correcta.