Colombia da un nuevo paso hacia la reanudación de una vida absolutamente normal, o mejor, sin medidas preventivas por covid-19. El Ministerio de Salud acaba de levantar la obligatoriedad del uso del tapabocas en aeropuertos, en el interior de aviones que cubran rutas domésticas y desde ahora no se exigirá carné de vacunación ni pruebas a quienes ingresen al país.
Aunque el virus no ha desparecido ni ha dejado de mutar haciéndose más contagioso, la situación que encaramos hoy es totalmente distinta a la de hace tres años. Nos encontramos mucho más protegidos gracias a la inmunidad proporcionada por las vacunas y las infecciones adquiridas. Sin duda, lo peor quedó atrás, pero aún tratamos de establecer qué tanto el virus nos ha cambiado.
6,8 millones de muertos en el mundo por covid, como consecuencia de la peor emergencia sanitaria de la historia reciente de la humanidad, casi 143 mil de ellos en Colombia, confirman que la respuesta global a la pandemia fue un sonoro fracaso de la comunidad internacional que no garantizó solidaridad ni equidad. La devastación causada por el virus, en especial en las naciones más vulnerables, lo ha demostrado con creces.
Aunque apenas se hable del tema, si acaso para insistir en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) desactive lo antes posible el nivel máximo de alerta, aún son millones de personas las que continúan buscando cómo encajar en sus vidas diarias los efectos de una covid persistente, las secuelas en su salud mental por los prolongados encierros o las pérdidas de sus trabajos o negocios.
Existencias fracturadas en toda regla que difícilmente sanarán. Siendo pragmáticos, cabría decir que la pandemia atraviesa un periodo de transición en el que la OMS prefiere ser precavida, mientras discute cómo pasar a una fase de normalidad para convivir con el virus de una forma segura. Con ese y con los que estén por venir. Ahí radica la esencia del debate. ¿Cómo asegurar un alto nivel de compromiso político y social de los gobiernos del mundo que en las circunstancias más adversas de la actual crisis demostraron ausencia de solidaridad o mínimos de cooperación?
Nadie debería olvidar que los países ricos, grandes acaparadores de vacunas financiadas con sus descomunales chequeras, incumplieron compromisos de respaldar el mecanismo Covax, del que era parte Colombia, para distribuir dosis entre comunidades pobres sin acceso a ellas. En el apartado de lecciones de hipocresía o mezquindad aprendidas también cabe lo hecho por algunas farmacéuticas que se negaron rotundamente a compartir la propiedad intelectual de fármacos que hubieran podido salvar más vidas. Demasiadas promesas arrastradas por el viento.
Mientras en Colombia el debate gira en torno a la reforma a la salud, allende nuestras fronteras este se centra en la redacción y negociación de un instrumento para fortalecer la prevención, preparación y respuesta frente a pandemias futuras, que en ningún caso son descartables. Bajo el cuestionado liderazgo de la OMS, ese tratado internacional sentará las bases de una arquitectura sanitaria mundial que sirva para superar las vergonzosas conductas de dirigentes globales o multinacionales del sector llamadas a actuar con transparencia.
El escenario ideal de este mecanismo contempla cuestiones no solo de sentido común, sino de mínima humanidad, como que una quinta parte de las reservas mundiales de vacunas se entregue a la OMS, que se declaren públicos sus precios y contratos o que se compartan datos sobre las secuencias del genoma viral. Hasta ahora, el documento es un borrador que se discutirá a lo largo del año. Convertirlo en una realidad será difícil. Porque no existe certeza de cómo funcionaría en la práctica, sus formas de financiación o institucionalidad, ni cómo podría asegurarse su estricto cumplimiento.
Experiencias fallidas como los compromisos suscritos por los líderes mundiales en torno a la acción climática, pese a ser jurídicamente vinculantes, revelan que el papel todo lo aguanta, con lo cual a los equipos negociadores les costará pasar del dicho al hecho. O lo que es lo mismo, a la construcción de un acuerdo que sea viable.