Una de las piezas claves en el ajedrez de la política global visita Colombia. El Alto Representante de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, es uno de los invitados a la Conferencia Internacional sobre Venezuela, de este martes en Bogotá. Pero el diplomático viene por más que eso. La Unión Europea prepara la reconquista de América Latina y, en especial, de Sudamérica, este año. Los primeros pasos se dieron en la cumbre iberoamericana de República Dominicana, hace un mes, en la que Borrell anunció públicamente que Bruselas buscará estrechar sus vínculos con este lado del mundo para fortalecer su autonomía de Rusia y China, potencias cercanas, cuyos movimientos generan tensiones, por no decir, terremotos en Europa y Estados Unidos.
Dicho de otra manera, tras la guerra en Ucrania, Europa ve a Moscú, su antiguo potencial socio estratégico, como una impredecible amenaza a su soberanía. La deriva autoritaria de Vladimir Putin, ‘autoinvestido’ como el zar nuclear del siglo XXI que no escatima provocaciones ni acciones temerarias para tratar de restablecer el predominio o el poderío de la antigua Unión Soviética, causa alarma en el Viejo Continente, poniendo a prueba su estabilidad colectiva. Su otra preocupación corre por cuenta de la aspiración de China, indiscutible potencia emergente, centrada en cerrar alianzas económicas y políticas que la catapulten a ser líder de un nuevo orden internacional multipolar que Pekín ha venido delineando mediante acercamientos con interlocutores que validen su papel de mediador en el conflicto, como ocurrió con Lula.
Sin pretensiones ni ínfulas, porque claramente la influencia de Europa se ha erosionado por las crisis que enfrenta, el canciller Borrell puso las cosas en su lugar en Santo Domingo, al reconocer que el mundo había cambiado, no solo por la guerra, también por el impacto de la covid-19. Entendieron, por una parte, que la excesiva dependencia de Europa del gas ruso le hizo creer a Putin que podía invadir Ucrania sin que reaccionaran y, por otra, descubrieron que cuando llegó la pandemia no producían ni un solo gramo de paracetamol. En definitiva, asumieron que las dependencias, que eran elementos que construían paz, también son armas que se pueden volver en su contra. En la búsqueda de su redención, dirigen su mirada a América Latina, confiando en que su relación comercial sea fuente de progreso.
Convendría preguntarse, eso sí, ¿para qué lado del Atlántico? Si esta pretendida nueva etapa en las relaciones se maneja bajo criterios que favorezcan cooperación, confianza, consenso y respeto mutuo, los beneficios tendrían que ser compartidos. La Unión Europea necesita proveedores creíbles, mientras que Latinoamérica, cercada por una pobreza rampante, clama por encontrar fórmulas que aceleren sus rezagadas economías pospandémicas. ¿Cómo desatar sinergias que confluyan en un escenario favorable para ambos bloques? Pedro Sánchez, jefe de Gobierno de España, país que ocupará la presidencia semestral rotatoria del Consejo de la UE desde el 1 de julio, parece tener las claves del desembarco.
En la balanza, una agenda de inversiones con “alto impacto estratégico y alcance regional, vinculados con transición ecológica y agenda social”, respaldada, como no podría ser de otra manera, por instituciones financieras con presencia europea. Multilateralismo, sin duda, pero también debe ser una cuestión de democracia, derechos humanos y libertades fundamentales, para que no queden dudas del compromiso europeo con América Latina. Apuestan por contrarrestar la narrativa rusa sobre la guerra en Ucrania, construir relaciones sólidas y desbancar a China como el segundo socio comercial de la región, pero que sea con garantías democráticas reales. Queda claro que si Europa, con el liderazgo de España, no establece un plan de trabajo, asegura mecanismos de financiación y materializa su estancado acuerdo comercial con Mercosur, en el segundo semestre de este año, perderá una oportunidad de valor estratégico para reforzar su conexión con América Latina, que también tiene tarea para consolidar una voz propia a través de los liderazgos de Lula, Petro o Boric. Se avecinan varias cumbres conjuntas en las que se deberá pasar de la retórica a los hechos. Hay que ir más allá de eso