Reactivar la red férrea de Colombia es una oportunidad de futuro sostenible que podría redefinir la forma como nos moveremos en el futuro. Si se hace bien, el tren irá ganando protagonismo en la movilización de carga y, por qué no, en la de pasajeros en las próximas décadas. Suena ambicioso, algunos dirían hasta quimérico, si se tiene en cuenta la actual infraestructura rezagada en tecnología y sin apenas interoperatividad entre corredores, pero si se quiere avanzar, lo primero es empezar. Roma no se construyó en un día. Más de $2 billones invertirá el actual Gobierno a través del Ministerio de Transporte para recuperar y mejorar el sistema en 2023. En el cuatrenio, William Camargo, presidente de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), estima que podrían adjudicarse proyectos por $30 billones para consolidar la industria de los rieles, con la indispensable urgencia de conectar a las regiones que producen cerca del 80 % del PIB nacional.

Si no nos subimos a este vagón, corremos el riesgo de seguir insensatamente dilatando el acuciante progreso de la intermodalidad en el modelo de desarrollo productivo. Difícil encontrar una forma más irracional de hacer inviable a una nación con marcadas desigualdades en sus costas, tanto Atlántica como Pacífica, por el insufrible centralismo. El asunto es mucho más simple de lo que se cree. Mientras la red férrea que conecta con los puertos del Caribe se deteriora por falta de mantenimiento, en las carreteras que unen el centro con el norte del país, por citar un ejemplo, transitan, casi siempre con dificultades ajenas al sector, caravanas de camiones que parecen formar un larguísimo tren que, a diferencia de los reales, es altamente contaminante por quemar derivados del petróleo. Difícil de digerir en plena emergencia ambiental.

Ni hablar de los altos costos, impagables por lo elevados, como consecuencia de una suma de factores que en su gran mayoría se escapan del control del gremio de los transportadores de carga. No se trata de encontrarle peros al modo carretero. ¡Qué va! Por el contrario, se deben articular esfuerzos para impulsar, sin más dilaciones, la intermodalidad en nuestro país, potenciando las eficiencias de trenes y camiones con seguridad, claro, dando respuesta a las necesidades de la carga, como indicó la viceministra de Infraestructura, Constanza García, a EL HERALDO. No hacerlo equivale a darse un tiro el pie o lanzarse piedras en el propio tejado, como ya se hizo en el pasado cuando de manera irreflexiva Colombia marchitó su vocación ferroviaria, perdiendo un activo en el que había invertido mucho más que dinero. Parece un mal chiste, pero así sucedió.

En últimas, se necesitarán tiempo y, por supuesto, cuantiosos recursos para retomar el camino señalado en el plan maestro ferroviario de 2020. Lo bueno es que existe una estrategia en curso y, sobre todo, voluntad política para meterle el acelerador, como consigna el Plan Nacional de Desarrollo. De los 3.533 kilómetros de red férrea, casi todos a cargo del Invías y la ANI, excepto 189 de privados que transportan carbón en el Caribe, se intervendrán cerca de 1.900 para reactivarlos. No sorprende que entre esos primeros corredores esté el de La Dorada- Chiriguaná, en el que se invertirán $1.6 billones. Solo en los primeros tres meses, este movilizó 8 millones de toneladas, sumando el tramo final hasta Santa Marta, un 12 % más que en el mismo periodo de 2022. Por tanto, es una alternativa real que tiene su razón de ser en términos de competitividad, eficiencia, reducción de costos logísticos hasta de un 25 % e impactos ambientales.

El reto, en cualquier caso, no resulta menor. Para comenzar, se tiene que actualizar la ley férrea que data de 1920. ¡Y, luego nos preguntamos por qué nos va cómo nos va! En paralelo, al establecimiento de reglas claras, corresponde ir estructurando otros proyectos cruciales como la navegabilidad por el río Magdalena, tanto en el Canal del Dique como en el acceso al puerto de Barranquilla. Lo que no parece definido aún es el tren del Caribe, que podría tener nueva vida si sale incólume del trámite del PND en el Congreso. Solo hasta entonces se conocerá si alcanzará nivel de factibilidad y financiación del Gobierno nacional. Por el momento, pensemos –que todavía es gratis- en una moderna red férrea de 5 mil kilómetros para 2050, con condiciones de seguridad, que nos conecte de verdad, más allá de los renders o el papel, que todo lo aguantan.