Durante el último mes en EL HERALDO dedicamos páginas completas de nuestras ediciones dominicales a celebrar los 210 años de Barranquilla recorriendo su historia y la de sus habitantes en más de dos siglos de haber sido erigida en villa, reflejando en esos contenidos la visión de la que se ha apropiado la ciudadanía gracias a las políticas públicas que se han consolidado en los últimos 15 años en busca de convertirnos en una biodiverciudad enfocada en el desarrollo sostenible.

Y es que vale la pena referirse a las metas y retos que para 2030 tiene la capital del Atlántico. Las obras de infraestructura en materia de vías, espacios públicos, escuelas y centros de atención en salud han mejorado la calidad de vida de miles de habitantes en las cinco localidades, generando oportunidades de empleo, de emprendimiento y al mismo tiempo contribuyendo a reducir brechas sociales y los indicadores de pobreza.

No obstante, el desarrollo y el crecimiento implican la atracción de más visitantes y personas que buscan asentarse en la ciudad, lo que conlleva a un incremento del tráfico y de la movilidad de vehículos y de la demanda de servicios.

En ese sentido la ciudad debe continuar preparándose para ampliar su oferta en todos los sectores y garantizar las condiciones para nuevas inversiones que quieran seguir apostándole a la capital del Atlántico y el resto de municipios.

¿Cómo lograrlo? El trabajo lleva ya unos tres lustros con una continuidad en las líneas de trabajo que le han permitido a las administraciones públicas una credibilidad y comunión con el sector privado para impulsar, en un esfuerzo común, que se mantenga abierta la ‘Puerta de oro’ al desarrollo sostenible.

En materia de infraestructura la ciudad y el departamento en general tienen aún enormes retos frente a la posibilidad de contar con un aeropuerto finalizado que conecte a la ciudad con un mayor número de destinos y fortalezca su hub de carga. Pero también es una tarea pendiente las conexiones a doble calzada con Cartagena y Santa Marta, así como el mantenimiento de vías claves para acceder a las zonas industriales.

Todo esto vendrá a complementar la labor adelantada y reconocida nacional e internacionalmente para ser una biodiverciudad comprometida con el cuidado del medio ambiente y la habilitación de más espacios verdes y un turismo responsable con la naturaleza con la red de parques, bosques urbanos, el Malecón y la recuperación de la ciénaga de Mallorquín.

No sobra repetirlo, porque ya podrá parecer cartilla repetida, pero la tarea de construir una ciudad amable y preparada para afrontar los retos que impone el cambio climático demanda una fuerte cultura ciudadana que, lamentablemente, está en pañales. Es una asignatura en la que no salimos bien librados porque no se requiere de mayores estudios para algo que es evidente y con lo que se lucha a diario: las basuras en calles, arroyos y espacios públicos que la empresa de aseo debe recoger a cada minuto.

Hemos avanzado, tenemos zonas que los ciudadanos han aprendido a respetar y hacer respetar, pero son muchas más en las que aún no logramos que la sanción social cumpla su cometido.

A eso le sumamos que todavía se requiere un arduo trabajo para el comportamiento solidario y respetuoso en el transporte público colectivo, amén de que todavía vamos en el camino de lograr una verdadera integración del sistema de la ciudad y su área metropolitana con el Sibus, Transmetro y el RíoBus que pronto comenzará a operar.

Barranquilla a 2030 seguramente habrá podido avanzar en la dirección correcta para su crecimiento, acompañada de una clara decisión para generar muchas más oportunidades para niños y jóvenes a partir de su política pública de bilingüismo, una empecinada y acertada decisión del alcalde Pumarejo que logró el apoyo del gobierno británico. Desde ya se plantea el Distrito la visión para Barranquilla 2100 y la ciudad sueña y debe seguir soñando en grande para no detener sus motores de desarrollo sostenible.