Tras una dura semana de crisis política en el país por cuenta de la ruptura de la coalición de gobierno y el remezón ministerial ordenado por el presidente Gustavo Petro, la tormenta parece no hallar calma.
El mensaje que muchos en el país interpretan en las acciones del presidente –léase los cambios en el gabinete y su cascada de mensajes en Twitter cazando batallas hasta con el gremio cafetero y el recientemente elegido presidente de la Federación– es el de saturación por tratar de mantenerse en el centro político y ahora sí exhibe la verdadera cara radical del Petrismo puro y duro que se aferrará a sus posturas.
El Gobierno le apuesta a lo que hizo ayer el presidente, agitar las masas desde el balcón de la Casa de Nariño buscando movilizar a los ciudadanos y por esa vía conseguir lo que cada se vez se enreda más en el Congreso por no contar con las mayorías que el año pasado lo llevaron a ser el jefe de Estado colombiano.
Estaba cantado que la ambiciosa agenda legislativa del autodenominado ‘Gobierno del Cambio’ sufriría un trancón peor que los que viven a diario los habitantes de la capital de la República. La lluvia de reformas y de proyectos de ley están en el mismo punto. En ceros. El kilometraje de la agenda legislativa no corre y la carrera contra el reloj cada vez se aprieta más porque las necesarias y trascendentales iniciativas para reformar la salud, las relaciones laborales y el acceso a las pensiones están empantanadas.
Ya lo había advertido el presidente del Congreso, Roy Barreras, cuando comenzó el tire y afloje de la negociación de los partidos Conservador, Liberal y La U con la entonces ministra Carolina Corcho, y lo reconfirmó durante el pasado congreso de Asofondos en Cartagena: los tiempos no permitirán que comience el debate de la reforma laboral y a duras penas podrá comenzar su trámite la reforma pensional. Aunque después abrió una puerta con la posibilidad de convocar a sesiones extraordinarias.
Lo cierto es que el Gobierno, ahora con Luis Fernando Velasco, uno de los más duros críticos del expresidente César Gaviria, al frente de la cartera política, comenzó la épica y titánica tarea de intentar convencer uno a uno a los congresistas de la coalición para que apoyen su agenda legislativa, puntualmente la reforma a la salud que por lo que se ha conocido tampoco estará en los órdenes del día de esta primera semana de mayo, como tampoco lo estarán la laboral y la pensional.
Lo que sí ha avanzado es el Plan Nacional de Desarrollo en las comisiones económicas conjuntas, al que le restan 29 artículos por debatir de los 183 que contiene, entre ellos el discutido y polémico punto de la expropiación exprés de tierras y la flexibilidad de la contratación pública para estimular la economía popular. Pero el reloj corre y los tiempos definitivamente no alcanzarán para terminar la discusión, y la preocupación de la oposición es que si el 7 de mayo el PND no está aprobado el presidente podrá, dentro de sus facultades, adoptarlo por decreto.
El pulso político en el país está para alquilar balcón. Petro lo sabe y por eso se anticipó en el Día Internacional del Trabajo a tomar lugar y buscar desde allí quebrarle el codo a los partidos políticos y al Congreso de la República, apelando desde ya a la zona donde se gestó su presidencia, en medio de las manifestaciones y protestas ciudadanas contra el establecimiento, solo que ahora él es el establecimiento que no está siendo capaz de concitar el consenso necesario para impulsar las reformas sociales que tendrá que negociar y flexibilizar para sacarlas adelante con la moderación que piden los sectores que no votaron por él y con la prudencia que demanda la delicada situación económica nacional e internacional, porque de lo contrario el panorama para Colombia es realmente bastante gris en materia de gobernabilidad y conflictividad social.
Como dice el adagio popular: “El palo no está pa’ cucharas” y el Gobierno, mejor dicho, el presidente Petro, por ahora parece empecinado en terminar de desgastarlo. Y mientras tanto qué harán los colombianos que ya tienen un empleo y no les alcanza para sus gastos por la inflación sin freno, o los que no tienen trabajo y no tienen esperanzas de que se apruebe una reforma que permita generar nuevos puestos de trabajo. Qué encrucijada. La prudencia toca a la puerta del Gobierno y de todos los que tienen en sus manos la responsabilidad de marcar el rumbo del país.