Se acerca el Día D para confirmarle a Panam Sports si Barranquilla será sede o no de los Juegos Panamericanos 2027 y aún no se conocen definiciones. Preocupante.
Sobre todo, porque el quid del asunto no pasa única y exclusivamente por voluntad política, que también se requiere en grandes dosis para sacar adelante un proyecto de semejante envergadura.
La pregunta que sobrevuela desde hace meses en el ambiente de los encuentros sostenidos entre delegados del Gobierno nacional, la Alcaldía, el Comité Olímpico Colombiano y la Organización Deportiva Panamericana es bastante más descarnada: de dónde saldrá finalmente la plata para financiar el evento deportivo más importante del mundo, después de los Olímpicos.
Se daba por descontado que la inversión no sería menor. Ahora se tiene la certeza de cuánto es. La esperada cifra entregada este miércoles por la ministra del Deporte, Astrid Rodríguez, en un debate de control político en la Comisión Sexta de la Cámara de Representantes, dejó a más de uno estupefacto. No es para menos. 400 millones de dólares costarían las justas, de acuerdo con las proyecciones hechas por un Comité Técnico del Ministerio del Deporte y del Distrito, que dice la ministra Rodríguez logró reducir el presupuesto inicial en 100 millones.
Bueno, aun así continúa siendo una cantidad considerable que se convierte en estos momentos en el desafío más relevante a solventar si se quiere ase gurar la re aliz ac ión de las justas deportivas en cuatro años, como desean los barranquilleros que fueron protagonistas de los inolvidables Juegos Centroamericanos y del Caribe, en 2018.
Encontrar fuentes robustas de financiación en un tiempo de escasez o restricciones, como el actual, en el que siendo honestos las líneas maestras del Ejecutivo discurren por caminos diferentes a este, no parece una tarea fácil, según reconoce la propia ministra.
Ahora que el reloj corre en nuestra contra, no podemos olvidar el invaluable tiempo que se ha perdido. El anterior Gobierno, el de Iván Duque, que celebró en grande el logro histórico de Barranquilla, aclamada de manera unánime sede de los Panamericanos en agosto de 2021 por méritos propios, no completó sus deberes. Vaya novedad.
Se marchó sin que se concretara el documento Conpes que garantizaría el aporte de la nación del 70 % para financiar los juegos. Tras su llegada, el actual Ejecutivo dejó en claro sus prioridades, y esta no era una de ellas.
Por eso, no es de extrañar que en poco o nada se hubiera avanzado, hasta ahora. Si a esa contradicción relevante le sumamos la nula diligencia de la exministra María Isabel Urrutia, la realidad nos sitúa en un difícil horizonte en el que es imprescindible advertirlo con claridad: la ciudad se quedó sola, remando además contracorriente, como otras veces, poniendo la cara y honrando su palabra.
Hace unas semanas, el alcalde Jaime Pumarejo recordaba que durante la preparación de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, el Gobierno de Juan Manuel Santos desembolsó solo el 30 % de los recursos comprometidos para su financiación y la entonces administración de Alejandro Char debió sudar sangre para poder terminar los escenarios deportivos a tiempo. ¿Nos alcanzará ahora el músculo financiero para poner a punto la ciudad de cara a los Panamericanos? No parece posible, como lo fue entonces. Los vientos que corren son distintos.
A pesar de que los congresistas lograron incluir las justas en el Plan Nacional de Desarrollo, la ministra Rodríguez lanza un llamado de auxilio para encontrar “toda la ayuda del mundo en términos de financiación”. Entre otras razones, porque el monto de los juegos equivale a dos veces el presupuesto de su cartera. Parece obvio que esa no es la ruta. De modo que si el presidente Gustavo Petro, quien tendrá la última palabra, tras analizar el tema a final de mes no le da luz verde, resultará difícil definir un cronograma con obligaciones y plazos concretos. Lo demás es pensar con el deseo. El 31 de julio es la fecha límite para dar una respuesta a Panam Sports, que hasta ahora no es favorable debido a que no se cuenta con “un plan de organización, trabajo e inversiones”, como lo solicitan. Improvisar no es una opción ni esperarán indefinidamente.
Sin certidumbres, porque nadie las ofrece, Barranquilla ansia hacer realidad este sueño. A pulso, obtuvo la sede, pero se ha estrellado por partida doble contra las veleidades de los Gobiernos de turno que, ciertamente, tienen una incidencia definitiva en su materialización. El tiempo corre.