Que Viva haya confirmado que definitivamente no podrá seguir operando en Colombia no es una mala noticia. Es una pésima, quizás la más terrible para el sector turístico, ese que –de acuerdo con el plan del Gobierno– debe convertirse en el gran motor de la economía del país en reemplazo de la industria de hidrocarburos. A este paso –sin contar con el fin de Ultra Air– quién sabe cómo será posible este propósito si no se están generando las condiciones para fortalecer el mercado aéreo en el territorio nacional.

Una vez la aerolínea de bajo costo notificó su decisión en un comunicado de prensa, los gremios hotelero y de turismo lamentaron la determinación y expresaron el grave impacto que tendrá en el sector. Y es que son al menos unos 500 mil pasajeros que se quedaron con tiquetes comprados, que no saben si perderán su dinero y que no llegarán a sus destinos probablemente.

Pero por otra parte, miles de empleos se pierden con el cierre definitivo de operaciones de la primera low cost del país. Al momento de la suspensión temporal de su actividad en febrero tenía 1250 trabajadores directos, de los cuales a este fin de semana se mantenían 800 esperanzados en que la compañía elevara vuelo nuevamente. Pero no pasó.

Argumentando poca flexibilidad en las condiciones de la Aerocivil, el cambio que tuvo Viva en los últimos nueve meses y la negativa a la propuesta de devolver el 75 % de los slots, Avianca finalmente desistió de la integración que pretendía desde el año pasado, pero que había sido primero rechazada y luego condicionada por la Aeronáutica Civil.

Desde la suspensión de operaciones en febrero, Avianca había extendido medidas de protección a los viajeros de Viva y alcanzó a movilizar a unos 160 mil pasajeros. Esa protección solo se mantendrá hasta el 31 de mayo, con lo que hasta ese día quienes tengan tiquetes de la aerolínea amarilla podrán acercarse a los counters habilitados para buscar una reacomodación de sus vuelos. Del 1 de junio en adelante la incertidumbre es total y lo que se presume que viene es una larga espera mientras que se adelanta el proceso de liquidación de Viva.

En su comunicado, informaron que evalúan la ruta a seguir y que comunicarán en su momento, pero también responsabilizan a las autoridades aeronáuticas del desenlace “que destruye una empresa y todo el valor alrededor de ella por falta de entendimiento del negocio”.

Por cuenta del fin de Viva se pierden 5 mil empleos directos e indirectos que se generaban con la operación de 21 aviones que volaban a 47 rutas en 26 destinos, de las cuales 16 solo ofrecía esta empresa. Cifras que revelan el peso que tenía esta compañía en el mercado aéreo colombiano y que con su desaparición agrava la crisis del sector.

En caso de una liquidación judicial lo primero que buscará pagarse son las acreencias laborales y tributarias y después sí las que se tienen con los usuarios de la aerolínea.

Es lamentable el aterrizaje forzoso que debió hacer Viva en medio de la turbulencia que generó su crisis financiera y el desistimiento de Avianca. El golpe fue muy fuerte y el rescate imposible, por lo que ya no habrá más decolajes que pinten de amarillo el cielo colombiano. La ‘caja negra’ dirá algún día qué tanto peso tuvo la demora de la Aerocivil para definir la suerte de la integración de las dos principales aerolíneas que operaban en Colombia y luego las condiciones que le puso.

Ahora lo que conviene es que cuanto antes el Gobierno y los entes responsables del transporte aéreo del país definan un plan urgente para garantizar la movilización de pasajeros y para que el sector al que pertenecen agencias de viajes, hoteles y en general toda la industria turística no siga agotando su combustible.

Después del fracaso de Viva y de Ultra es necesario que se busquen mecanismos que conduzcan a fortalecer y expandir el mercado aéreo colombiano y que brinde posibilidades a los usuarios de acceder a tiquetes con precios razonables y a todos los destinos.