En el actual momento de fuerte inflación que atenaza a los hogares colombianos se recibe como una señal alentadora, de confianza, incluso de alivio, que algunos de los supermercados con mayor presencia en el país, Grupo Éxito, Olímpica, Tiendas Ara y Makro, anuncien medidas extraordinarias para mitigar su impacto en el bolsillo de los ciudadanos.
Pese a que en los últimos meses, de acuerdo con las mediciones del Dane, los alimentos básicos han moderado su escalada alcista y algunos han bajado ligeramente de precio, el costo del mercado para una familia promedio se mantiene por las nubes. De eso no cabe duda.
Esta compleja situación lleva demasiado tiempo socavando la capacidad de compra de los consumidores y, en especial, la de los más vulnerables que experimentan el azote del llamado impuesto de los pobres.
La decisión de estas grandes empresas, todas de carácter privado y en algunos casos de capital extranjero, de disminuir el precio de centenares de sus productos es un ejercicio de equidad social. Indispensable, además, para compensar el efecto limitado de las acciones del Gobierno nacional y, en particular, del Banco de la República, que a pesar de las alzas mensuales de las tasas de interés, situadas hoy en 13,25 %, no ha logrado que la inflación descienda, como se esperaba inicialmente.
Éxito, Olímpica, Ara y Makro salen al rescate, profundizando o ampliando los portafolios de descuentos que han implementado desde hace meses, dando apertura a nuevas ofertas de productos de la canasta familiar y extendiendo el período vigente de estas acciones como una apuesta de largo aliento. Todo ello sin necesidad de cerrar un acuerdo con el Ejecutivo.
Los empresarios lo hacen por voluntad propia y responden eso sí al llamado del presidente Petro que les había pedido un esfuerzo adicional. Bien por ellos. Es una guerra de precios, una competición en toda regla, en la que a diferencia de otras disputas que nos sacuden a diario los consumidores son los beneficiados.
Promociones, descuentos puntuales u ofertas personalizadas, como ‘Precios Rojos’, de Olímpica; ‘Precios Insuperables’, de Éxito; o Dueños del Ahorro’, de Makro, irrumpen con fuerza en la escena de la inflación, se convierten en alternativas reales para los usuarios que cuentan con más opciones para comparar y, además, por su liderazgo en el mercado, las compañías tienen capacidad de generar un efecto dominó, arrastrando a otras cadenas a hacer lo mismo, en medio de un invariable contexto de presiones inflacionarias.
No conviene perder de vista que este panorama podría prolongarse más de lo esperado como consecuencia de la inminente sequía y sus efectos colaterales, como el calor, derivados del fenómeno de El Niño, que podrían ser especialmente adversos con el sector agropecuario. Habrá que ver cuáles actuaciones se disponen para enfrentar esta crisis en ciernes.
Por lo pronto, en un mercado tan dinámico, con actores bien consolidados, parece lógico que ninguno de ellos, si puede o tiene cómo hacerlo, querría quedarse por fuera de lo que resulta una estrategia valorada positivamente, tanto por consumidores como por el Gobierno, a tenor del reconocimiento público formulado por el propio jefe de Estado.
Para que sea viable el tiempo que haga falta, el reto apunta a mantener un razonable equilibrio entre los costos de producción –bastante altos–, los márgenes de ganancias de las cadenas, que ciertamente se verán restringidos, y el consumo de los hogares que suma 8 meses de caídas sucesivas. De ahí, un dato que no es menor: Fenalco dice que las ventas del comercio en abril tuvieron su peor resultado en 26 meses.
Si no se logran contener los precios de la canasta familiar, lo cual no parece rápido ni sencillo porque tampoco se debe pasar por alto el previsible choque que originará el incremento de la gasolina durante los próximos 8 meses, costará dios y ayuda minimizar el impacto de esta tormenta en el poder adquisitivo de la gente.
La opción más viable es insistir en un esfuerzo colectivo porque los milagros no existen. No, al menos, en este escenario, en el que se requerirán más decisiones de fondo como las de supermercados y bancos que dan lecciones sobre cómo responder a las legítimas preocupaciones de quienes están a punto de tirar la toalla.