Pese a que la operación se llamaba Esperanza, poco de ella quedaba tras 40 días de incesante búsqueda en la que más se esperaba un milagro mientras un contingente de más de 150 soldados, unido a varios miembros de comunidades indígenas locales, planearon cuidadosamente el seguimiento de cada una de las huellas y pistas que Lesly, Soleiny, Tien y Cristin dejaban a su paso por la espesa selva del Guaviare.
No solo la vulnerabilidad de los niños, por su corta edad, hacían temer lo peor, sino también las agrestes condiciones que los rodeaban, entre eso los grupos armados ilegales presentes en la zona, las diferentes especies de plantas venenosas y la cantidad de depredadores que en la selva habitan.
Sin embargo, el país entero aprendió una lección de fe, pues con perseverancia y sin desfallecer cada una de las personas que participaron en esta operación continuó la búsqueda hasta lograr su objetivo, todo el tiempo alentadas por la familia de los niños, que en su sabiduría ancestral aseguraba que se encontraban con vida.
Por supuesto que el honor más grande se lo lleva Lesly, de 13 años, quien valientemente cargó con sus hermanitos de 9, 4 y 1 año, los alimentó con agua de lluvia que se almacenaba en las hojas de los árboles y frutas, los condujo entre los arbustos y, sobre todo, los mantuvo con vida. Pero su familia nunca dudó de ello, pues como miembro de una comunidad indígena la menor ha aprendido importantes conocimientos tradicionales que la llevaron a entender, respetar y convivir con la naturaleza en un momento tan difícil.
Desde armar un cambuche improvisado con los elementos que tenía a la mano, hasta saber qué plantas son de consumo humano, todo ello está en el adn de nuestros pueblos, cuyos conocimientos, día a día, están en riesgo de extinción por cuenta de la reducción de sus territorios, la violencia armada que los recluta y extermina, y la poca conciencia de la importancia de sus saberes que, en ocasiones como esta, cobran la mayor relevancia y deben dar motivo para abogar por su preservación.
La recuperación será lenta, pues en medio de la hazaña que lograron estos cuatro pequeños gigantes su salud se vio deteriorada y deben pasar por un proceso de acompañamiento luego de vivir lo impensable: accidentarse en un avión para luego perderse en la inmensidad del bosque. Además, los cuatro niños también deben pasar su proceso de duelo, pues en medio de su lucha por la supervivencia, no tuvieron la guía y el calor de su familia para procesar la muerte de su madre, cuyo cuerpo yació a escasos metros de ellos tras el accidente.
El país entero deberá también acompañar este momento, así como estuvo atento a los 40 días de búsqueda, y no solo cerrar el capítulo con el hallazgo de los menores. Su encuentro es motivo de júbilo para todos, y también para la comunidad internacional, pero que sirva también de lupa para poner el ojo en la situación vulnerable de estos niños y de sus comunidades en su lucha por la pervivencia.
Todo es valioso en la historia del hallazgo de Lesly, Soleiny, Tien y Cristin, pero un punto que también nos deja importantes enseñanzas a los colombianos, es el cómo su situación logró unir a un país acorralado por la polarización, el conflicto y los escándalos.
Escuchar el testimonio de uno de los indígenas que participó en las labores de búsqueda relatar cómo ellos y los militares se reconocieron en medio de las dificultades de la selva, aprendieron los unos de los otros, confiaron, trabajaron en equipo y compartieron alimentos debe ser un mensaje a propagar y multiplicar, pues finalmente todos le apostaron a la vida y cumplieron con su objetivo.
Ahora dos oficiales del Ejército que comandaron las labores de búsqueda serán padrinos de dos de los niños rescatados, un ofrecimiento que hizo el propio padre. Una razón más para entender que cada comunidad, que cada institución, juega un papel preponderante en el desarrollo y sostenimiento de la nación.
Un milagro en la selva nos ha hecho recuperar la fe. Hay que mantenerla viva, cada uno desde su aporte y acción. Mientras tanto, el país también espera que aparezca otro héroe de la operación: Wilson.