Lo que debió ser un día de sano esparcimiento y diversión para las familias y grupos de amigos que este domingo se desplazaron al sector turístico de Santa Verónica, en el municipio de Juan de Acosta, terminó en una violenta trifulca que dejó personas heridas y muchos destrozos materiales, además de pérdidas económicas para los caseteros que prestan sus servicios en el balneario.

En los videos que divulgaron por redes sociales se evidencian los momentos de pánico y angustia que vivieron quienes intentaban disfrutar de un relajado día de sol y playa. Se ven personas corriendo para resguardarse de las sillas, botellas y palos que volaban, se escuchan gritos y niños llorando, y también se ve cuando un hombre que aparentemente no hacía parte del enfrentamiento recibe un botellazo en la cara que le saca sangre de su rostro.

Toda una barbarie fue el bochornoso episodio que, según el relato de personas que presenciaron el hecho, comenzó por la disputa de dos mujeres que asistieron en uno de los denominados paseos de olla, y luego terminaron involucrados varios hombres que las acompañaban.

La batalla campal que se generó no hubo forma de controlarla, pues de acuerdo con lo contado por testigos y el propio inspector de policía del corregimiento, no había suficiente fuerza pública en el mencionado balneario para contenerla por la cantidad de gente que visitó ayer este sector de playa del Atlántico.

El tumulto y el elevado consumo de alcohol se conjugaron como tormenta perfecta para que la bendita intolerancia que nos domina como seres humanos prevaleciera y se desatara la gresca que terminó por perjudicar principalmente a los caseteros, a quienes les destruyeron parte de sus negocios. Sin contar con que muchas personas se les fueron sin pagarles las cuentas por comidas y bebidas.

En el departamento ya está en marcha un proyecto piloto de ordenamiento de playas en Sabanilla que está dando positivos resultados para fomentar el turismo y para ofrecer una mejor experiencia a los visitantes, que pasa también por controlar los aforos, establecer límites, regular precios y organizar la atención de quienes derivan su sustento de la actividad turística.

Hará falta un proceso sostenido para que este modelo se replique a todos los balnearios del departamento, pero por lo pronto sería muy importante que las alcaldías de los municipios costeros se preocupen y esfuercen por buscar los mecanismos para ejercer un mayor control y vigilancia en sus líneas de playa para que quienes acuden de forma tranquila y pacífica a disfrutar del mar no terminen afectados por las parrandas de desadaptados y energúmenos que pululan por estos lados y que son incapaces de resolver o dirimir conflictos sin terminar en los golpes.

Las riñas, por lo general, como aparentemente lo fue en el caso de Santa Verónica, van de la mano con el excesivo consumo de alcohol y de otras sustancias psicoactivas. Por eso es imprescindible fomentar la cultura ciudadana y la convivencia de forma que la intolerancia no termine siendo siempre protagonista de las celebraciones. Educación que debe comenzar en casa, reforzarse en las escuelas y ‘martillarla’ a través de los diferentes canales institucionales con que cuentan las autoridades civiles y de policía.

Basta solo con mirar las estadísticas de la Policía Nacional sobre los comportamientos contrarios a la convivencia estipulados en la Ley 1801 de 2016 para establecer que a lo largo de 2022 existen 4613 registros relacionados con riñas en el Atlántico, y solo en el primer bimestre de 2023 al menos 649 registros.

Haciendo una simple división cada día se deben atender al menos 12 riñas en el departamento. Claro está que seguramente son muchas más por cuenta del subregistro de los episodios que no terminan en las estadísticas de las autoridades. En cualquier caso, como si no fuera suficiente con el incremento de delitos como hurtos, homicidios y extorsiones, los policías también tienen que estar interviniendo en riñas de barrios, familiares y de establecimientos públicos. ¡Que desgaste!