Los casi 56 mil casos de dengue que acumula el país durante lo corrido de 2023 exigen reforzar todas las medidas preventivas posibles. En especial, en los territorios que concentran un número significativo de afectados, como los de la región Caribe: Sucre, Cesar, Barranquilla, Bolívar, Cartagena y Córdoba. El Instituto Nacional de Salud (INS) lanza la alerta en un momento crítico en el que la curva de la enfermedad va en ascenso y, sobre todo, porque en el horizonte de un año epidémico como el actual con un fenómeno de El Niño en ciernes se prevé un incremento de casos que podría superar el de otros periodos similares en los que se contabilizaron más de 150 mil. El llamado es oportuno, además de indispensable. No se trata de generar angustia entre la población, sino de estar preparados ante una posible crisis por un contagio masivo de dengue.

La clave del riesgo radica en las altas temperaturas. Las intensas y duraderas olas de calor por la sequía que de acuerdo con todos los pronósticos acompañarán a El Niño durante los próximos meses resultan propicias para la reproducción del mosquito Aedes Aegypti, transmisor del virus. Esta es la principal consideración a tener en cuenta para ser conscientes a qué nos exponemos. Sin acceso a un servicio permanente de agua potable ni regularidad en los periodos habituales de lluvias, las comunidades suelen almacenar el líquido como mejor pueden. Muchas veces en condiciones que no son adecuadas, bien sea porque los recipientes o tanques no están limpios o porque los depósitos no los cubren de manera segura, con lo cual terminan convertidos en criaderos de mosquitos. La acumulación de basuras en patios o solares es otro factor de riesgo.

Si bien es cierto que el 56,3 % de los casos detectados en el país no presentan signos de alarma, frente a un 42,3 % que sí los tienen y apenas un 1,4 % se estiman graves, no es un asunto menor que la región Caribe acumule el mayor número de fallecimientos de niños. Dicho de otra forma, el dengue puede ser mortal, pese a que buena parte de los contagiados con la infección vírica ni se enteran que están enfermos porque son asintomáticos y otros crean que lo que tienen es una gripa fuerte con dolores y malestar general. Prevenir el riesgo siempre será lo ideal, pero en este año epidémico, difícil en sí mismo, conviene estar atento a las señales para saber detectarlo a tiempo y realizar un seguimiento de su evolución, en particular entre grupos vulnerables como menores, adultos mayores o personas con condiciones especiales de salud.

En el Atlántico, Barranquilla y Soledad preocupan por sus elevadas incidencias de casos que los categorizan como entes territoriales con muy alta transmisión. También Malambo inquieta, aunque con una menor afectación. De hecho, no ocupamos los primeros lugares en el ranquin nacional, pero nadie debería darse el lujo de bajar la guardia, en especial en los barrios que históricamente han registrado un número importante de casos. Se equivocan quienes creen que la fumigación es el único mecanismo para protegerse del vector. Bajo las actuales circunstancias, eliminar los posibles criaderos del mosquito, como llantas, frascos, botellas viejas, será mucho más efectivo: una labor que depende directamente de cada familia en el interior de sus hogares.

Actualizar los planes de prevención y de evaluación de riesgos también es fundamental para encarar el creciente brote de dengue. La pandemia de covid-19 dejó al sector salud valiosas lecciones. Una de ellas es el trabajo articulado, coordinado y compartido de los actores del sistema, tanto públicos como privados, en torno a la imponderable misión de salvar vidas. Solo así los resultados serán los esperados en la atención de eventuales crisis por enfermedades derivadas del fenómeno de variación climática. Lograr una respuesta eficaz de las comunidades dependerá de bien concebidas estrategias de socialización con alcance masivo, en las que no falte el sentido común. Ese que necesitaremos de sobra en la medida en que El Niño se intensifique.