La renovación por un año más, hasta el 30 de junio de 2024, de la licencia de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (Ofac, por sus siglas en inglés) abre nuevas posibilidades para el futuro de Monómeros, filial de la estatal venezolana Pequiven. La decisión del Departamento del Tesoro de Estados Unidos se produjo casi 10 meses después de que el régimen de Nicolás Maduro recuperara el control total de la empresa anticipado semanas antes por el propio embajador Armando Benedetti, otrora una pieza clave en el restablecimiento de las relaciones bilaterales.

Últimamente sabemos tan poco de la operación de esta compañía instalada literalmente en el corazón de la zona industrial de Barranquilla que no podemos menos que saludar la extensión de la licencia. Se esperaba, cierto, pero no estaba garantizada del todo. Mucha agua ha corrido bajo el puente desde que se especuló que Colombia podría comprarla, algo que Ecopetrol ha descartado en varias ocasiones. Un año atrás, durante la anterior renovación, Monómeros, considerado el segundo gran activo de Venezuela tras la petrolera Citgo, con sede en Estados Unidos, estaba bajo el control del gobierno interino de la oposición presidido por Juan Guaidó. El chavismo lo acusa de tomar por asalto su junta directiva, remover al gerente, con apoyo del gobierno Duque, en medio de la crisis política que afrontaba el vecino país en el inicio de 2019.

Recuperar o rescatar Monómeros, de acuerdo con sus términos, se le había convertido en un asunto de honor a Maduro, a tal punto de elevarlo a tema innegociable en la mesa de diálogos abierta con la oposición en 2021, a instancias de la comunidad internacional. Con la normalización de las relaciones entre las dos naciones, finalmente, retomó las riendas de la empresa. Era lo que debía pasar: Monómeros es 100 % venezolana. En un error histórico del que aún no nos hemos arrepentido lo suficiente, Colombia vendió en 2006, en el gobierno de Álvaro Uribe, su participación accionaria en este activo estratégico, quedando en manos de Hugo Chávez.

Desde entonces, las crisis se le han acumulado a Monómeros: las derivadas del manejo administrativo del régimen, las impuestas por las sanciones de Estados Unidos al gobierno Maduro, las pugnas internas, tensiones, acusaciones de corrupción y otros serios conflictos entre los representantes de la oposición mientras estuvieron al frente de la compañía, así como las desatadas por la pandemia y factores internacionales, no menos importantes, relacionados con materia prima e insumos. En definitiva, los retos para acceder a créditos, garantizar pagos a proveedores y empleados, responder a clientes, aumentar producción o acrecentar mercado no son pocos. Ni antes ni ahora. Pese a estar inmersa en el ruido de politización, en el balance de 2021 obtuvo utilidades netas por $58 mil millones: los mejores resultados de sus últimos 5 años.

Récord histórico publicado en marzo de 2022 que parecía perder validez ante afirmaciones del presidente Petro cinco meses más tarde, cuando dijo que Monómeros estaba “casi que quebrada”. Puede que él supiera algo que nosotros no. De modo que sería realmente valioso que se revelara el informe de gestión financiera más actualizado, al igual que los avances de sus proyectos de innovación e industrialización. La transparencia siempre es garantía de solvencia. También lo es ponderar la experticia de técnicos o funcionarios altamente capacitados en vez de la demagogia de politiqueros, a la hora de minimizar riesgos para un sector tan especializado.

El tejido industrial de Barranquilla está ligado a Monómeros. No son solo los 800 mil productores nacionales a los que atiende, sino su enorme impacto en la soberanía agroalimentaria del país al que abastece del 52 % de su demanda de fertilizantes. Como si fuera poco, genera 700 empleos directos, mil indirectos y otras 15 mil personas de su cadena de valor dependen de ella. Por su innegable valor estratégico para Atlántico y Colombia, asegurar la continuidad de su operación debe ser prioridad. Lo sabe el régimen de Venezuela que nunca renunció a recuperarla. Cabeza fría.